No es ningún secreto que
el
estado de Israel paga a personas para hacer propaganda y
limpiar su nombre. Muchos
otros lo hacen voluntariamente. La hasbara pretende
legitimar sus barbaridades “explicando” su historia y conflicto a
lectores, espectadores e internautas de todo el mundo. No es extraño
ver “foreros” que constantemente comentan las noticias que tratan
sobre el asunto, para difundir la postura sionista. No estoy
afirmando que estén a sueldo de nadie, pero tampoco niego que pueda
suceder: las redes sociales y los foros de los periodicos digitales
son un espacio online donde millones de personas se
encuentran, donde se crea imaginario, se forma opinión. Son algo a
tener en cuenta y las oligarquías lo saben. Para el recuerdo quedará
el célebre
email que se les escapó al PP, dirigido a sus “opinadores”,
donde se indicaban las noticias en las que debían opinar, y lo que
debían decir.
Esta compilación de datos es mi pequeña contribución para contrarrestar no solo a la hasbara sino a la propia prensa del régimen, que narra el genocidio estructural en Gaza desde una insultante equidistancia.
Orígenes
del estado sionista
Pero
la cosa no acaba ahí. De
acuerdo a historiadores modernos como el israelí Shlomo Sand, estos
monoteístas,
que provenían
de Mesopotamia (lo que ahora es Iraq) no fueron
expulsados por los romanos en el año 70dc,
(Sand asegura no haber
encontrado ni una referencia histórica que así lo asegurase) sino
que el grueso de la población permaneció en Palestina. Si, la misma
población que siglos después se convirtió al islam, los mismos que
ahora son expulsados... los palestinos.
Ellos
son los descendientes de los judios originales.
Los actuales colonos son
principalmente askenazíes
(judios de procedencia centro europea y rusa) y descendientes de
judios sefardies (como los que en 1492 fueron expulsados de la
península ibérica). Para
más inri, otro israelí, el Dr. Eran Elhaik publicó recientemente
un estudio genético donde confirmaba esta teoría: Los
colonos israelitas son descendientes de caucásicos, que se
conviertieron al judaísmo siglos atrás, no son “el pueblo de
Abraham”. Y por supuesto, hay mucha más afinidad genética con el
Israel original en los palestinos. La raza judía es un mito.
A
finales del siglo XIX se crea el sionismo, corriente dentro del
judaísmo que considera que el pueblo judio necesita de un estado
judio, contradiciendo las tesis ortodoxas que
prohiben la creación de ningún estado judio, lo
que provoca la
oposición de una facción del judaísmo.
Inicialmente iba a hacerse en Argentina. Después se decide que el
lugar será Palestina. Poco después la migración hacia oriente
medio comienza. La iniciativa toma fuerza y a princpios del siglo XX
los judios representan un 6% de la población de Palestina, aún bajo
dominio Otomano.
Uno de los datos que más me ha sorprendido descubrir ha sido el Acuerdo Haavara, por el cual 60.000 judios de la Alemania nazi (1933) fueron transferidos a Palestina, llevandose con ellos una importantísima suma de dinero.
El resto de la historia ya lo conocemos. Alemania perdió la guerra y
los judios que sobrevivieron al holocausto emigraron en masa a
Palestina, bajo la protección de la ONU.
El proyecto expansionista
En contra de la voluntad de los paises vecinos y de los propios palestinos, la ONU decide que hay que dividir Palestina en dos estados: uno para los colonos judíos, y otro para los palestinos. Obviamente eso no hizo ninguna gracia a una población (y vecinos) que ya estaban hasta las narices de ser colonizados por turcos, británicos y franceses. Los paises vecinos deciden invadir el nuevo estado en una decisión kamikaze, pues el moderno y numeroso ejército israelita, respaldado por el capital proveniente de europa y EEUU, les aplastó.
Ahí comenzaron las penurias de esos parias entre los parias que son
los palestinos. Tras la guerra llega La Nakba (desastre, 1948) donde casi un millón de
palestinos fueron expulsados forzosamente de sus tierras por los
colonos, A pesar de la insistencia de la ONU para que Israel
volviese a las fronteras “originales”, el estado sionista amplió
su territorio.
Lo que viene después es la consagración del estado de Israel, que bajo la protección de EEUU se convierte en “el policía” de oriente medio, cuya labor consiste en velar por los intereses geoestratégicos del establishment americano y sionista.
Este estado, que no incluye fronteras en su constitución -por ser un proyecto de expansión- se ha dedicado desde entonces a ir construyendo asentamientos en territorio palestino, reduciendo y fragmentando cada vez más las tierras árabes. Los árabes que viven dentro de las fronteras israelíes son ciudadanos de segunda clase, que en principio gozan de los mismos derechos civiles, pero en la práctica sufren fuertes discriminaciones por parte de la comunidad judía. Por supuesto que ellos deben aceptar Israel como su patria (un estado judío) y acoger sus “laicos” símbolos aunque no les representen (como la bandera nacional, con la estrella de David).
El día a día en
Palestina
La situación es crítica.
Las dos zonas palestinas -Cisjordania y Gaza- están bajo la
constante “tutela” de Israel. Salir de uno de esos fragmentos de
Cisjordania hacia otro, supone pasar por los puntos de control
militar, que obligan a detenerse y esperar las horas que hagan falta.
Es imposible regularizar cualquier relación comercial dentro de las
propias fronteras palestinas bajo este sistema. La situación llega
al límite cuando madres
embarazadas acaban dando a luz en el punto de control, al serles
denegado el paso, pues deben esperar que a los colonos terminen de
usar las carreteras. Ni que decir que esto multiplica la mortalidad.
La humillación tras el
muro de la vergüenza es además constante. El documental de John
Pilger “Palestina
sigue siendo la cuestión” retrata esta denigrante situación
que es el día a día de los palestinos, mostrando por ejemplo como
el edificio del ministerio de cultura fue asaltado y destrozado por
dentro, donde varios soldados israelíes aprovecharon además para
defecar. Otras prácticas de humillación y destrucción de la
economía palestina son las habituales quema
de olivos pertenecientes a campesinos palestinos, por parte de
colonos israelíes y el derribo
de casas con bulldozers.
El caso de Gaza es aún
peor. La franja de Gaza es un campo de concentración gigante. Israel
decidió bloquear el terrotorio y ahora nadie entra ni sale sin su
consentimiento. Obviamente eso ha provocado una total crisis
humanitaria dentro de la región. Israel va incluso más allá y
prohibe a los pescadores de Gaza alejarse más de x kilómetros de la
costa, atacando y destruyendo las barcas que lo intentan. Controla también las aguas internacionales, espacio sujeto a
la legislación internacional que se han saltado cada vez que han abordado un barco con rumbo a Gaza, como fue el caso del barco turco
que se disponía a llevar bienes a Gaza, donde los soldados israelíes
asesinaron a 10 voluntarios turcos.
Estos asesinatos se suman a los de otros voluntarios y activistas internacionales que corrieron la misma suerte a manos del ejército israelí, como son los casos de John Miller, Rachel Corrie o Tom Hurndall.
Este constante robo de
tierra -como seguimiento al inicial-, esta humillación y desprecio
por los palestinos y esta violencia estructural que todos los días
se ejerce contra los palestinos ha provocado el surgimiento de grupos
armados dentro del territorio palestino. Como sucede en otras partes,
la subordinación a quienes tienen una identidad opuesta, ha llevado
al reivindicamiento de la propia hasta límites fuera de lo racional.
Estos grupos no han
conseguido más que empeorar la situación, repartiendo el dolor -en una absurda asimetría- y
agravar los problemas, proporcionando la excusa perfecta para que
Israel continue expandiendo sus fronteras. La islamofobia que siguió
el 11-S, ha sido otro gran aliado. Ante su triste situación, su odio
es comprensible, pero nunca excusable.
El último conflicto
La última escena de esta
triste tragedia es un buen ejemplo de lo que han sido las últimas
décadas. Un pacto de estabilidad nacional entre los dos
principales grupos políticos palestinos (Al Fatah y Hamas) ha
provocado el miedo a quienes se han esforzado por desestabilizarles
constantemente, 3 jóvenes estudiantes israelíes fueron
secuestrados. Cuando sus cuerpos sin vida fueron encontrados, ningún
grupo palestino reivindicó la autoría de los hechos (ni lo ha hecho
ahora, varias semanas después... lo que cuanto menos sorprendente, no sé si sospechoso...). Aún así, la “respuesta” de la
derecha israelí no se hizo esperar y un
joven de 16 años palestino fue quemado vivo por colonos israelíes.
Lo que vino después es
conocido por todos: cohetes caseros vuelan desde la franja de Gaza
hacía poblaciones israelíes y armamento pesado vuela desde Israel
hacia Gaza. Incluidas
bombas de fragmentación, que siguen la brutalidad del fósforo
blanco empleado en 2009. Los daños reflejan una vez más lo absurda que es la terrible
equidistancia con la que los medios tratan los sucesos: Las primeras
jornadas de bombardeos dejaban un saldo de 1 muerto y 0 heridos en el
bando israelí, mientras que en Gaza ya habían muerto casi 200
personas, incluyendo a casi 50 niños, con un 80% de civiles entre
las muertes. Más de 1.500 heridos de gravedad. Más de 3.000
familias se habían quedado sin hogar. Más de medio millón de
personas se quedaban sin agua ni electricidad. La propuesta de alto
el fuego fracasó, entre otras cosas porque los mediadores no se
dirigieron personalmente a Hamas ni a las 16 milicias presentes en la
atormentada franja de Gaza.
¿En estas circunstancias, cómo se puede hablar de conflicto y no de genocidio?
Mientras me dispongo a terminar este texto veo que tras la incursión terrestre israelí en la franja de Gaza, ya son más de 500 los palestinos muertos. En el caso del ejército israelí, ascienden a 18. 17 soldados y un voluntario del ejército. Para el recuerdo de la vergüenza quedará especialmente ese episodio en el que 6 niños palestinos fueron disparados desde un buque de guerra mientras jugaban a fútbol en la playa. Consiguieron escapar al primer obús, pero el segundo, tras varios segundos apuntando, acabó con las vidas de 4 e ellos, hiriendo también a un quinto. Dada la avanzada tecnología militar con la que cuenta el ejército israelí, es dificil creer que fuera un error.
¿Qué hacemos?
Tanto si la solución
pasa por un estado común o por dos estados diferenciados (volver a
las fronteras de 1948) nuestra obligación pasa por boicotear al
estado opresor, forzando la presión internacional sobre él. Es
importante recordar que hablamos de oprimidos y opresores, no de
buenos y malos, y que esto no forma parte de ningún “odio” a
ninguna de las dos partes: es la respuesta social lógica a un crimen
impune al que se debe de poner fin.
No compres ningún producto cuyo código de barras comience con un 729, está fabricado en Israel. No visites su país. Presiona a artistas e intelectuales para que no realicen actos en Israel.
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