Será porque la propuesta musical de Pablo es música compuesta por un músico, que no entiende de modas, de querer gustar a toda costa, de querer vender. Es música donde el autor se recrea haciendo lo que le apetece, dibujando sus ideas, su mundo interior sin más limitaciones que las técnicas, y dejando atrás todos los aborrecibles clichés musicales a los que nuestros oídos están acostumbrados. Discos como este diferencian la música del producto de consumo. Te puede gustar o no, pero no puedes negar su valor, porque aquí hay un músico haciendo música. Sin más.
Un tipo que de música sabía algo, me explicó un día que la razón por la que algunas canciones nos entran a la primera escucha suele ser que esa canción ya nos gustaba antes de oírla. El uso de fórmulas prefabricadas –clichés armónicos- que tus oídos ya han asumido –porque las han oído 1000 veces- hace que el oyente enseguida entienda enseguida la música que está oyendo. El audiolibro de Pablo necesita que seas generosx y le des al menos 2 escuchas para ir entrando en calor. No esperes entonces que todo te suene de cine en una primera escucha: te sorprenderá, te sonará interesante... pero para que te enganche necesita más de una escucha. Tampoco intentes escuchar esto en el coche o ponerlo de música de fondo, no funciona de ese modo.
Pablo Canalís es un bajista reconvertido a multiinstrumentista, aquí casi todo lo ha interpretado él, desde los cuencos tibetanos a la cítara, pasando por diferentes vientos y reclamos… y por supuesto el bajo. Cuenta además con colaboraciones de notables músicos de la escena asturiana, como pueden ser sus compañeros de aventuras en su grupo habitual, Senogul. La gran variedad de instrumentos y estilos que conviven en estos 60 minutos, y la poca “vergüenza” del autor a la hora de experimentar posibilitan que el oyente pueda disfrutar de cosas tan poco comunes como un taishokoto –un instrumento japonés que yo no sabía ni que existía y es uno de los protagonistas del álbum- tocando ritmos flamencos, mientras un mini moog hace la melodía, (¡y por partida doble!). O una curiosa conversación entre un fagot y una máquina de escribir. O una bonita armonización de flautas de madera… que se convierte en una escena cuando lees en el libro, donde te explica el sentido que quiso dar a cada parte del tema –Atacama (danza de la lluvia)-.
Mi impresión es que en estos 60 minutos de viaje por las culturas del mundo, por lo místico, por la mente del autor; tus mejores compañeros de aventuras serán el propio libro y unos buenos cascos. Así podrás apreciar todos los detalles y la obra te acaba llevando a sí misma, te hipnotiza... Encuentras un hueco en algún lugar de Perú, Brasil o Alejandría… donde disfrutar de los paisajes musicales del álbum en todo su esplendor.
Es complicado hablar de estilos, porque aquí la tónica es la fusión, pero en general podemos hablar de lo que comúnmente se conoce como “música étnica”, entendida desde un enfoque experimental, jugando en ocasiones con los sonidos progresivos de los 70 –el toque Senogul es evidente en muchos temas-. Eso si, no tiene nada que ver con la horterada del “new age”, no te esperes escuchar una melodía pegadiza de sitar tocando sobre colchones de coros angelicales al ritmo de una batería simplona… no va de eso.
En diferentes ocasiones se interpreta un estilo musical, usando instrumentos y ritmos de otro, como puede ser la bonita “capoeira do deserto” melodía de aires árabes, a ritmo de bossa nova, que incluye además instrumentos como las arpas vocales, característicos de la capoeira.
Encontraremos también algunas piezas con un notable poder hipnótico, como puede ser cuasi triposa “la calzada de Bimini” o la misteriosa “mohorovicic” esta última con un potente didgeridoo que da una tremenda profundidad.
“Colmena (la mente colectiva)” es uno de los temas más destacados, a mi personalmente me ha gustado mucho, tiene cierto aire brasileño, aunque parece estar basada principalmente en la música de los pigmeos. Lamentablemente, yo aún no he descubierto este folclore, lo que me impide opinar.
Fractal bird es una joyita que va evolucionando desde la música tradicional china hacia el folclore peruano, en un bello viaje musical, con una recta final impagable. Temazo. Me hubiera gustado que durase un par de minutos más, por ponerle alguna pega.
Hall of mirrors, con la colaboración de varios músicos y un grupo entero, se sale un poco del tono general del cd. El tema encajaría perfectamente en el segundo cd de senogul “concierto de evocación sonora para conjunto instrumental”. Es un tema que no me disgusta, pero yo no lo hubiese incluido.
El oráculo cierra el disco -o eso creía yo ;)- estupendamente. Es un epílogo perfecto, una preciosa interpretación de cítara, muy relajante y agradable. El tema fantasma que de verdad cierra el disco es un descojone, y queda muy bien además.
Si bien el disco me gusta mucho en su conjunto, hay algo en concreto que me ha dejado un poco frio, y es la corta duración de muchos de los temas. Creo sinceramente que éste debería ser un doble cd. Aquí hay ideas de sobra para 90 minutos de música. Algunos temas como la “la calzada de Bimini” que te invitan a cerrar los ojos y disfrutar del viaje musical, sacan al oyente de su trance demasiado pronto. Otros, como ya mencioné en “fractal bird” son tan buenos que no quieres que terminen a los 2 minutos. Con las escuchas he aprendido a apreciar la brevedad de algunas composiciones, ya que en el sentido global del álbum los temas pasan como diapositivas que nos muestran pinceladas de otras culturas, sin pretender dejarnos estancados en ninguna de esas diapositivas, pero aún así, creo que 1 o 2 minutos más añadidos a algunos temas, los mejoraría.
Tampoco he entendido la repetición de dos versiones del simpático tema “Yes una máquina”, pues la diferencia de una versión a otra es mínima.
Insisto en la importancia de combinar la escucha "Folclores imaginarios" con la lectura del libro, no sólo por la extensa información sobre los instrumentos que suenan en estos 60 minutos, sino por la dimensión que cobra su música al entender el significado que Pablo que quiso darle. Alan Parsons lo explica:
Júzgalo tú mismo...
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