jueves, 30 de mayo de 2013

¿Y si un club de fútbol nos marcase el camino?

Parece una broma de mal gusto hablar de gastar dinero en un equipo de fútbol en medio de esta dura crisis política y económica. Pero si no nos dejamos llevar por las primeras impresiones, podemos sacar una lectura muy interesante de la historia reciente del Real Oviedo.

Hace algo más de 10 años, el equipo de mi ciudad fue víctima de diferentes desastres económicos y políticos que sumados a un pobre rendimiento deportivo acabaron con todo un histórico de la primera división jugando en categoría regional, en total bancarrota. Solo la implicación de sus aficionados pudo salvar al club de la desaparición, aunque los siguientes años siguieron siendo igualmente complicados.

En todos estos años no faltaron falsos mesías, gestores ladrones ahora bajo orden de búsqueda y captura, inversión extranjera que nunca acababa de llegar, mala gestión deportiva y un sinfín de calamidades que acabaron con una junta de accionistas, donde sucedió lo que aquí nos interesa analizar.

Creo que el símil con nuestro país es más que evidente. Una ruina nacida de la corrupción, de decisiones tomadas para beneficiar a quienes las tomaban o a terceros, hombres de paja gobernando para los que realmente mandan, cortoplacismo desesperante, sin proyecto de futuro. El pueblo –aficionados- en lucha constante contra los dirigentes, incluso divididos en ocasiones por oscuras maniobras de éstos (la creación de un nuevo equipo para la ciudad en 2003).

Sin embargo, el Oviedo hoy día ha estabilizado su situación económica, deportivamente está en plena lucha para volver al fútbol profesional y la dirección del club mantiene un trato estrecho con la afición, colaborando constantemente en diferentes iniciativas. ¿Qué ha pasado?

La afición, el mayor activo del club.
En verano del pasado 2012, tras una junta de accionistas, un nuevo consejo de administración pasa a hacerse con las riendas del club. La diferencia con los anteriores era que se trataba de gente sin intereses económicos –no cobraban por sus cargos- guiados solamente por su amor a club y su intención de salvarlo de la disolución. Una directiva formada por aficionados del Real Oviedo, en otras palabras.

Se encontraron un panorama totalmente desolador, como explicaba en este artículo uno de sus consejeros. En los primeros meses se comenzaron a tomar “grandes pequeñas medidas” se iban poniendo en orden las cuentas del club, destapando agujeros en las cuentas para hacer pública la horrorosa deuda exacta, se mantenían contactos con otros clubes más pequeños de la ciudad, con las peñas, se buscaba y posibilitaba la participación de la afición… un proceso de democratización en toda regla. De la dictadura de los anteriores gestores se pasaba ahora al liderazgo colectivo.

Paralelamente se racionalizaban los gastos del club, elaborando una plantilla competitiva con una inversión mucho inferior a la habitual, fruto entre otras cosas de la eliminación de los contratos amiguistas de los que se beneficiaban terceras personas, como representantes chupones.

Por fortuna o por desgracia la deuda era tan alta que se hizo necesaria una ampliación de capital donde se necesitaban varios millones de euros que pudiesen solucionar deudas a corto y medio plazo. Con semejante panorama y el club hundido en 2ªB la llegada de inversores era poco probable. Solo quedaba una opción: el modelo cooperativista, que sus aficionados arrimasen el hombro y comprasen acciones. Fue un éxito total. La gente entendió el mensaje: El que quiera peces, que se moje el culo. El que quiera fútbol que lo pague. El que quiera un club que pertenezca a sus aficionados, que se involucre. Los aficionados pasaban de ser meros espectadores y colaboradores a ser dueños y dirigentes del club. Este gesto de la afición atrajo además la inversión extranjera, y con el Oviedo ya salvado por sus  aficionados apareció un poderoso mexicano, de quien me reservaré mi opinión, y se hizo con el 30 y pico % de la sociedad.

El club tenía capital, pero seguía en manos de sus aficionados.


Los problemas también llegaron, con parte de la afición mirando con lupa el trabajo del consejo de administración, cuestionando sus intenciones y difamando gratuitamente. Cualquier error es maximizado por estos personajes que ya han pedido dimisiones y aún ven dentro del club la sombra de anteriores dirigentes que nunca se fueron del todo. Obviamente son muy pocos, pero en las redes sociales pueden parecer muchos más.

Tampoco faltan los que les agradecen el trabajo realizado pero piden su marcha para que lleguen gestores profesionales, aunque sean ajenos al oviedismo, que aumenten el gasto y traigan jugadores de mayor prestigio… Parece ser que muchos no aprenden de la historia y quieren que volvamos a gastar como si no hubiese mañana.

Creo que en estos momentos en los que en nuestro país se está gestando una nueva candidatura ciudadana para asaltar el poder, es interesante saber que existe un club de fútbol que ya ha pasado por eso, que nos llama a todos a implicarnos en aquello que nos gusta, aquello que nos importa y nos concierne, a construir desde abajo, a abandonar la mentalidad de “alguien vendrá y lo arreglará” y pasar a la acción…

Es importante entender que cuando aplaudo el compromiso de los aficionados, lo hago entendiéndolo como un acto coherentemente egoísta: ¿Te gusta esto? ¿quieres seguir teniéndolo? ok, involúcrate. No hablo de que gente a la que le da igual el club, ponga dinero porque "le da pena", pues evidentemente, si nos metemos en altruísmo, hay causas mucho más urgentes en las que gastar el dinero.

No suelo usar este blog para hablar de lo que yo hago o dejo de hacer. Pero me alegro haberme gastado unos euros en acciones de mi equipo. Paso buenos momentos viéndolo y comprendí que tenía que implicarme o despedirme de mi hobby. Igual que comprendí que si quería un periódico no libre de sesgo ideológico (eso es imposible), pero si libre de intereses de terceros, tenía que responder la llamada de eldiario.es (publicación ideológicamente compatible conmigo) y hacerme socio. O igual que comprendí que si quiero negocios éticos, tendré que ir a hacer mis compras en los que ya existen, fomentando su viabilidad, o pediré comercio justo mientras compro chocolate Nestlé en El Corte Inglés…


Pero no todo son buenas noticias. Mi equipo también me ha enseñado que para el ejercicio del poder será necesaria la ayuda extranjera, y que por supuesto, habrá mil y una piedras en el camino, que nosotros mismos, los afectados, nos encargaremos de poner. Porque no hay manera de que todos estemos de acuerdo, además de esa facilidad de gatillo tan típica del cibernauta medio.

Aún así, esas dificultades no cambian el mensaje que pretendo dar a esta entrada: Podemos tener algo mucho mejor si nos organizamos, si nos involucramos. SI SE PUEDE.