2 meses después de la penúltima entrada del blog “Crisis
energética, para que la entienda mi padre”, me he decidido a escribir una
continuación al artículo. Si no has leído el primero y no sabes de qué va esto
del “peak oil”, te recomiendo que leas el anterior primero.
De nuevo, explicar el fenómeno de la manera más asequible
posible, es el único fin de este texto. Para profundizar más sobre la materia recomiendo
publicaciones especializadas, como el impagable blog del Dr. Antonio Turiel, investigador
del CSIC, o el blog de Pedro
Prieto, Vicepresidente de la
Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN).
Muriendo de éxito
Concluía en el citado post que la crisis
energética, el fin de la energía abundante y barata, auténtica base de nuestra
civilización, ha venido para cambiarlo todo. Si llegaremos a una sociedad
racional y empática o si iremos hacia un modelo aún más tiránico no lo sabemos.
Lo que todo parece apuntar es que colapsaremos. No es nada nuevo, me gustaría
rescatar algunos ejemplos.
Hay mucho que podemos aprender de las sociedades pre-capitalistas. Aquí
nos interesa ver por qué colapsaron algunas sociedades prósperas.
El hombre cazador-recolector era principalmente nómada y como en el caso
de los norteamericanos originales cambiaba su localización conforme esquilmaba
los recursos de una zona; ya fueran bayas, búfalos o cualquier otra cosa que
necesitasen.
El hombre ganadero-agricultor comenzó a vivir sedentariamente y ahí se
topó con la finitud de los recursos naturales que un determinado terreno ofrece
y la necesidad de gestionarlos racionalmente.
Al parecer, no fue el caso de los pobladores de la ciudad precolombina
de Teotihuacán. Allá por el siglo VII la ciudad había alcanzado una enorme
prosperidad, en ella vivían alrededor de 100.000 personas. A parte de las ruinas
que hoy conocemos, y por supuesto las pirámides del Sol y de la Luna, había
gran cantidad de casas de madera destinadas a agricultores y estamentos bajos
en general.
Lo que sabemos es que por algún motivo la ciudad fue abandonada. Las hipótesis que manejan muchos antropólogos ratifican lo que aquí intento decir: Conforme su población creció, así como su bienestar, su uso de recursos naturales también creció, hasta sobrepasar la capacidad de carga de la zona.
Lo que sabemos es que por algún motivo la ciudad fue abandonada. Las hipótesis que manejan muchos antropólogos ratifican lo que aquí intento decir: Conforme su población creció, así como su bienestar, su uso de recursos naturales también creció, hasta sobrepasar la capacidad de carga de la zona.
En otras palabras, dejaron el terreno hecho un solar. Ni sus lujosas construcciones, ni su arcilla, ni sus reservas de obsidiana tenían importancia si les faltaba madera, alimento o agaves para fabricar telas. Depender totalmente del comercio con otras zonas no era un buen negocio antes de la invención de los vehículos modernos y la población fue abandonando la ciudad.
Pero sin duda el ejemplo más paradigmático es el de la isla de Pascua.
La necesidad de madera para construir canoas y arpones, necesarios para la caza
de la marsopa –una de las bases de su dieta- así como muchos otros utensilios,
llegó a superar la capacidad de producción de madera de la isla.
Sin árboles y sin 10 añitos que les sobrasen para cruzarse de brazos
mientras otros nuevos crecían, se quedaron también sin aves que anidasen –otro
alimento-, extinguieron las aves terrestres y sin selva los ríos se secaban…se
aceleró la erosión del suelo y la agricultura no fue suficiente. Como a
diferencia de los pobladores de Teotihuacán, no tenían a donde ir, su
civilización colapsó en guerras tribales y hambre. La población se redujo en un
90%.
Nosotros también lo hemos
vivido
De momento, las bondades del
comercio a escala mundial pueden tapar la realidad de que en el Estado Español
no podríamos ser capaces de producir la energía que consumimos los 47 millones
de homínidos que somos. Tampoco damos importancia a si somos no
alimentariamente soberanos, traemos las manzanas de otro país y a tomar por c…
Pero hay un ejemplo de colapso que hemos vivido recientemente y que no
debería escapársenos. Un colapso de otra naturaleza y mucho más suave, si lo comparamos a los expuestos. Se
trata de la burbuja del ladrillo.
Durante años vivimos como si no hubiese mañana, arreados por un sector
inmobiliario que era una fiesta continua. Se vendía terreno, se edificaba, se
vendía a alguien que luego lo volvía a vender, pero un 50% más caro... los
pisos eran totalmente impagables, pero el sueño del crédito eterno podía con
todo. La gran fiesta especulativa.
El paralelismo que intento trazar con los colapsos ecológicos y el viniente
colapso energético se encuentra en la evidente NO sostenibilidad de un modelo. Uno
se desentendió de la importancia de no sobrepasar la capacidad de carga del
medio, el otro basó su constante crecimiento en el dogma de que “la vivienda siempre sube”, lo cual es
tan absurdo como decir que “el petróleo nunca se acabará”. Cortoplacismo y
total desconexión de la realidad. Pero aquí consiguieron que la mayoría se lo
tragase. Vean ellinchamiento al que fue sometido el hombre de la camisa verde, que sobre un platópuso en duda El Gran Dogma, vean con qué prepotencia y condescendencia le
responden esos terroristas del ladrillo.
Por supuesto, ante tan suave y relativo colapso –basado en una
construcción social y no en recursos reales- no supimos reaccionar y 7 años después el país
sigue cayendo en picado.
¿Alguien quiere imaginarse qué pasará cuando los problemas vengan de una escasez que no se pueda solucionar dejando de pagar una deuda?
La ciencia llega tarde
Al igual que los ecologistas, -donde me también me incluyo- a los “peakoileros” se nos suele apuntar con el dedo para acusarnos de catastrofismo, de que nuestros “cantos apocalípticos” deben ser desoídos porque luego las cosas no son como las contamos. Esto va ligado a la inquebrantable fe tecnoptimista que cree que la ciencia lo solucionará todo, así que no nos preocupemos y sigamos con la destrucción y el derroche que esto lo solucionan entre C-3PO y R2-D2.
La ciencia necesita tiempo para observar, experimentar y valorar. Todos hemos visto como recientemente el cáncer nos quitaba a dos
personas razonablemente jóvenes que se podían permitir los mejores tratamientos
del mundo. Hugo Chávez recibió los mejores cuidados de la reputada medicina
cubana. Tito Vilanova pudo pagarse el mejor tratamiento posible en Nueva York.
En ningún caso fue suficiente, ni todos los recursos médicos del mundo pudieron
salvar a esos dos privilegiados. La incapacidad de la ciencia actual de
encontrar una solución definitiva contra el VIH es otro ejemplo, y no será
porque alguien como Magic Johnson no pueda pagarse un buen tratamiento, lo que
sin duda es una ayuda. ¿Sigo?
También sabemos que ni todos nuestros recursos son suficientes cuando
nos enfrentamos a la furia de la naturaleza. Y no hablo de países pobres víctimas
de tsunamis o terremotos, sino de países ricos que con los mejores medios a su
disposición no pueden evitar las consecuencias de catástrofes naturales, como
las provocadas por el Huracán Katrina en EEUU o el terremoto que desató la
catástrofe de Fukushima, de cuyas consecuencias aún solo vemos el pico del
iceberg. En el estado español tenemos 7 Fukushima/Chernobyl listos para que el
accidente de turno los desate. Tenemos también multitud de poblaciones que nada
podrían hacer frente a una eventual subida del nivel del mar.
¿Cuándo el hambre apretó en la isla de Pascua tuvieron 10 añitos para
sentarse a esperar que los árboles volviesen a crecer?
Volvemos al hilo del post: nuestra cabezonería consumista nos está llevando al colapso. Los dos párrafos anteriores solo quieren justificar que cuando las cosas se ponen feas, no encontramos soluciones de la noche a la mañana, y cuando las encontramos, si es que las hubiera, muchos ya han pagado por ello.
El reto es adaptar el mundo a unas condiciones climáticas cambiantes, a un avance implacable del desierto. A una demanda energética cada vez mayor, pero una disponibilidad menor. Esto se puede hacer progresivamente, o se colapsa.
Entre El Cairo y La Habana
Egipto, es un caso muy evidente. Multiplicó su población en pocas
décadas, por encima de lo que su escaso suelo fértil podía alimentar. Sus
ingresos petroleros se convirtieron en gastos cuando la descendiente producción
pasó a ser inferior a la demanda interna. El colapso energético/económico dejó
estómagos vacios, y su colapso político y social vino de la mano, facilitado
por un gobierno inestable y unas fuerzas armadas que abusaron de su poder. La
situación se volvió caótica.
Cuba también vivió un colapso cuando la Unión Soviética bajó la
persiana. Perdieron el 80% de sus mercados y de la noche a la mañana se vieron
arruinados y sin petróleo. Sin embargo, ellos tomaron un camino diferente.
Adaptaron su país a la baja disponibilidad energética, dejando de lado la
agricultura masiva, altamente dependiente del petróleo, fomentaron el consumo
de alimentos producidos localmente, racionalizaron sus recursos, aprendieron a
vivir con menos y aguantaron el golpe. Muchos emigraron, muchos pasaron hambre.
Fueron años muy duros, la adaptación no fue indolora, aún no lo es. Pobres y en
calzoncillos, pero salieron adelante sin que aquello se convirtiese en una
batalla campal. A pesar de su gran dependencia del petróleo venezolano, hoy día
tienen comunidades auto-sostenibles donde los vecinos viven dignamente, gracias
también al impulso que ha supuesto el turismo.
No fueron un ejemplo modélico, pero se puede aprender mucho de sus
éxitos y sus fracasos.
Sintetizando
En la anterior entrada llegaba a estas conclusiones:
-El sistema necesita de un crecimiento económico
constante para no colapsar.
-Dicho crecimiento requiere de un uso energético y de
recursos creciente.
-Llegamos al cenit del petróleo, y la disponibilidad de
energía barata va disminuyendo, así como las reservas totales.
-Es irracional aceptar que podríamos crecer eternamente
en un planeta finito.
-Con el cenit del petróleo (y los que vendrán: carbón, uranio,
gas...) necesitamos aprender a vivir con lo que he llamado “sueldo solar”: la
energía que recibimos en el día a día. La cantidad es muy inferior a la actual.
Y ahora añado:
-La imposibilidad de satisfacer la creciente demanda
energética global nos lleva al colapso.
-No es nada nuevo: muchas otras sociedades colapsaron
anteriormente.
-La ciencia no es infalible. No esperemos milagros.
-La burbuja del ladrillo como ejemplo. Fue una minucia y
nos dejó temblando. Qué cada uno haga sus cálculos ante un colapso verdadero…
-El colapso se podría suavizar preparándonos para el
descenso energético.
Todo va de lo mismo: ajustar el consumo energético a lo que llamé “el
sueldo solar” y la acción humana a la capacidad de carga del planeta. En una
sociedad racional y con consciencia global esto sería materia de un capítulo de
Barrio Sésamo, pero aquí no queremos enterarnos.
¿Hacia dónde vamos?
¿Colapso caótico o descenso energético? La inexistencia de medidas
para afrontar la crisis energética
parece indicar que vamos hacia el primer supuesto. Si saldremos de ello
aferrados a la empatía y la solidaridad, o si unos pocos vivirán lujosamente a
costa de la miseria del resto –nada nuevo, en cierto modo- es algo que el
tiempo mostrará.
Mientras tanto, todo se está asemejando a la linterna de mi abuelo Recaredo,
de quién nos reíamos porque evitaba gastar las pilas de cualquier cacharro. Desde
donde quiera que esté parece estar diciendo “os lo dije”.
Porque del mismo modo que pasa con una linterna, que siempre andas
pendiente de cuanta pila le queda, ya que las pilas cuestan un dinero
considerable, ahora ya te lo piensas dos veces a la hora de ir aquí o allá en
coche, porque el precio de la gasolina te deja en pelotas y no te compensa el
viaje. Ahora andas con más cuidado a la hora de poner la calefacción, porque
las facturas suben –o gastas mucho en gasoil, si vives en una casa y tienes una
caldera-. Ahora que algunos se han pasado a la auto sostenibilidad tienen mucho
cuidado de no dejarse los cacharros y las luces encendidas, saben “lo que vale
un peine”.
El futuro inmediato es que esas nuevas preocupaciones se agraven. La
abundancia se va terminando. The Party’s Over.