martes, 25 de diciembre de 2012

Vida vs Supervivencia



Me han dicho alguna vez que yo y “los míos” somos unos vagos que no queremos trabajar. Tienen algo de razón, pero hay una imprecisión:

No queremos  trabajar para poder sobrevivir, queremos  vivir para poder trabajar.


Como la rana que se deja cocer en la olla que calienta el agua poco a poco, nosotros hemos perdido el norte y la capacidad de analizar nuestros problemas desde un punto de vista global, cualquier declaración sensata suena como una utopía, no solo hemos construido un mundo que va contra las personas, sino que lo hemos aceptado como el único posible, un mundo que nos ha deconstruido a nosotros como seres humanos, reducidos ahora a fuerza de trabajo. El dogma que nos guía no es –si es que alguna vez lo fue- ser felices, sino ser, competentes (ser capaces de ganar al otro). Hemos adaptado nuestra existencia a el modelo de competencia de los mercados. Hemos dejado de vivir la vida para luchar por la supervivencia. 

 

Si es que… 4 millones de años de evolución humana no dan pa ná.

  
Con la caída de la URSS, el triunfo del neoliberalismo y la apertura de mercados globales donde trabajadores de todo el mundo compiten entre sí –a veces contra mano de obra cuasi-esclava- este proceso de destrucción del sujeto como tal se ha acelerado. Hay que producir si o si, ser competitivo si o si. Déjate tú de ser ético, honesto, solidario o mariconadas de esas, que no es lo que nos va a sacar del barro.

Entérate; tú más que vivir: sobrevives. 



Desde el mismo momento en el que la escuela (cada vez más una fábrica de trabajadores) te prepara para ser un trabajador competente y especializado, en vez de un ser humano completo, te están preparando para sobrevivir.Desde el mismo momento que descartas los estudios que te gustan por aquellos que te darán trabajo, estás preparando tu supervivencia.

Desde el mismo momento en que aceptas con entusiasmo un trabajo que no te gusta, que te hace infeliz y te aleja de la vida que te gustaría vivir, estás aceptando tu supervivencia como algo casi bueno, como un mal menor.

El Dr. Sir Ken Robinson dedica su carrera a explicar como la educación actual nos prepara para producir mecánicamente, mientras mata la creatividad. Merece el visionado:



Nacimos desprotegidos y nos lleva años alcanzar la capacidad de ser autosuficientes. Pero nuestros padres nos protegen mientras tanto. En mi opinión la vida toma forma de concepto negativo: no viene dada, sino que constantemente has de pelear y superar retos para poder vivir, cual gacela en la sabana. Es la vida que te vas ganando, no la vida que tienes… es la vida que necesita de algo más para ser vida, de ahí que me parezca un concepto negativo. Sé que esto es una ida de olla, pero continuo: Me pregunto si algún día la vida podría ser un concepto positivo, donde el ciudadano tenga garantizados los derechos básicos y pueda entonces despreocuparse de esa supervivencia, dedicándose a contribuir al desarrollo y mantenimiento de la sociedad, haciendo lo que le gusta hacer. De ahí lo de “vivir para poder trabajar”, porque no nos engañemos, todos queremos autorrealizarnos, nadie quiere pasarse la vida tocándose los huevos.  Otra cosa es que dado lo poco amable de las condiciones laborales de hoy día, no hacer nada suene como una opción atractiva. El gran reto del siglo XXI debería condensarse en esta pregunta:

¿Aprenderemos a protegernos los unos a los otros como sociedad, o seguiremos compitiendo y peleando?

PD: He aquí un ejemplo real, recién salido del horno:

Primer párrafo del Anteproyecto de la LOMCE (2012) (Ley Wert): “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.”

Las prioridades parecen claras, ¿no?

viernes, 30 de noviembre de 2012

Folclores imaginarios



Lo cierto es que en ningún momento me planteé usar este blog para criticar discos, pero viéndome aquí, escuchando un ejemplar de “Folclores imaginarios” de mi conciudadano Pablo Canalís, no he encontrado motivos para no hacerlo. Aquí  intento dar pinceladas de pensamiento altermundista, aquello de “otro mundo es posible”. Pues bien,si escuchas este disco tras varios años de aguantar el refrito de la radio fórmula, puede que te inspire la misma sensación que a mí. Otra música es posible.
Será porque la propuesta musical de Pablo es música compuesta por un músico, que no entiende de modas, de querer gustar a toda costa, de querer vender. Es música donde el autor se recrea haciendo lo que le apetece, dibujando sus ideas, su mundo interior sin más limitaciones que las técnicas, y dejando atrás todos los aborrecibles clichés musicales a los que nuestros oídos están acostumbrados.  Discos como este diferencian la música del producto de consumo. Te puede gustar o no, pero no puedes negar su valor, porque aquí hay un músico haciendo música. Sin más.
Un tipo que de música sabía algo, me explicó un día que la razón por la que algunas canciones nos entran a la primera escucha suele ser que esa canción ya nos gustaba antes de oírla. El uso de fórmulas prefabricadas –clichés armónicos- que tus oídos ya han asumido –porque las han oído 1000 veces- hace que el oyente enseguida entienda enseguida la música que está oyendo. El audiolibro de Pablo necesita que seas generosx y le des al menos 2 escuchas para ir entrando en calor. No esperes entonces que todo te suene de cine en una primera escucha: te sorprenderá, te sonará interesante... pero para que te enganche necesita más de una escucha. Tampoco intentes escuchar esto en el coche o ponerlo de música de fondo, no funciona de ese modo.
Pablo Canalís es un bajista reconvertido a multiinstrumentista, aquí casi todo lo ha interpretado él, desde los cuencos tibetanos a la cítara, pasando por diferentes vientos y reclamos… y por supuesto el bajo. Cuenta además con colaboraciones de notables  músicos de la escena asturiana, como pueden ser sus compañeros de aventuras en su grupo habitual, Senogul. La gran variedad de instrumentos y estilos que conviven en estos 60 minutos, y la poca “vergüenza” del autor a la hora de experimentar posibilitan que el oyente pueda disfrutar de cosas tan poco comunes como un taishokoto –un instrumento japonés que yo no sabía ni que existía y es uno de los protagonistas del álbum- tocando ritmos flamencos, mientras un mini moog hace la melodía, (¡y por partida doble!). O una curiosa conversación entre un fagot y una máquina de escribir. O una bonita armonización de flautas de madera… que se convierte en una escena cuando lees en el libro, donde te explica el sentido que quiso dar a cada parte del tema –Atacama (danza de la lluvia)-.




Mi impresión es que en estos 60 minutos de viaje por las culturas del mundo, por lo místico, por la mente del autor; tus mejores compañeros de aventuras serán el propio libro y unos buenos cascos. Así podrás apreciar todos los detalles y la obra te acaba llevando a sí misma, te hipnotiza...  Encuentras un hueco en algún lugar de Perú, Brasil o Alejandría… donde disfrutar de los paisajes musicales del álbum en todo su esplendor.  

Es complicado hablar de estilos, porque aquí la tónica es la fusión, pero en general podemos hablar de lo que comúnmente se conoce como “música étnica”, entendida desde un enfoque experimental, jugando en ocasiones con los sonidos progresivos de los 70 –el toque Senogul es evidente en muchos temas-. Eso si, no tiene nada que ver con la horterada del “new age”, no te esperes escuchar una melodía pegadiza de sitar tocando sobre colchones de coros angelicales al ritmo de una batería simplona… no va de eso.

En diferentes ocasiones se interpreta un estilo musical, usando instrumentos y ritmos de otro, como puede ser la bonita “capoeira do deserto” melodía de aires árabes, a ritmo de bossa nova, que incluye además instrumentos como las arpas vocales, característicos de la capoeira.
Encontraremos también algunas piezas con un notable poder hipnótico, como puede ser  cuasi triposa “la calzada de Bimini” o  la misteriosa “mohorovicic” esta última con un potente didgeridoo que da una tremenda profundidad.
 
“Colmena (la mente colectiva)” es uno de los temas más destacados, a mi personalmente me ha gustado mucho, tiene cierto aire brasileño, aunque parece estar basada principalmente en la música de los pigmeos. Lamentablemente, yo aún no he descubierto este folclore, lo que me impide opinar.

Fractal bird es una joyita que va evolucionando desde la música tradicional china hacia el folclore peruano, en un bello viaje musical, con una recta final impagable. Temazo. Me hubiera gustado que durase un par de minutos más, por ponerle alguna pega.

Hall of mirrors, con la colaboración de varios músicos y un grupo entero, se sale un poco del tono general del cd. El tema encajaría perfectamente en el segundo cd de senogul  “concierto de evocación sonora para conjunto instrumental”. Es un tema que no me disgusta, pero yo no lo hubiese incluido.

El oráculo cierra el disco -o eso creía yo ;)- estupendamente. Es un epílogo perfecto, una preciosa interpretación de cítara, muy relajante y agradable. El tema fantasma que de verdad cierra el disco es un descojone, y queda muy bien además.

Si bien el disco me gusta mucho en su conjunto, hay algo en concreto que me ha dejado un poco frio, y es la corta duración de muchos de los temas. Creo sinceramente que éste debería ser un doble cd. Aquí hay ideas de sobra para 90 minutos de música. Algunos temas como la “la calzada de Bimini” que te invitan a cerrar los ojos y disfrutar del viaje musical, sacan al oyente de su trance demasiado pronto. Otros, como ya mencioné en “fractal bird” son tan buenos que no quieres que terminen a los 2 minutos. Con las escuchas he aprendido a apreciar la brevedad de algunas composiciones, ya que en el sentido global del álbum los temas pasan como diapositivas que nos muestran pinceladas de otras culturas, sin pretender dejarnos estancados en ninguna de esas diapositivas, pero aún así, creo que 1 o 2 minutos más añadidos a algunos temas, los mejoraría.

Tampoco he entendido la repetición de dos versiones del simpático tema  “Yes una máquina”, pues la diferencia de una versión a otra es mínima.

Insisto en la importancia de combinar la escucha "Folclores imaginarios" con la lectura del libro, no sólo por la extensa información sobre los instrumentos que suenan en estos 60 minutos, sino por la dimensión que cobra su música al entender el significado que Pablo que quiso darle. Alan Parsons lo explica:
Since the comprehension of sweet sound is our most indefinite conception, music when combined with a pleasurable idea is poetry. Music without the idea is simply music.

Júzgalo tú mismo...

viernes, 19 de octubre de 2012

Aerobic porno, España, y el patadón pa’alante.

Cuando tenía unos 11 años mis padres me apuntaron a un campamento de verano con mi primo, el popular "Coto Escolar", en León.

Ahí organizaban a los niños por cabañas. Mi primo y yo compartíamos la nuestra con otros 5 o 6 chicos más, no lo recuerdo con exactitud. Entre ellos estaban los apodados “Focudo” y “Chocho Pocho”, nombres que todos quisiéramos tener, pero uno tiene que conformarse con lo que hay.

En fin, como la mayoría de los niños de esa edad, nuestros compañeros eran unos guarrillos que se pasaban el día agarrados a sus penes, realizando todo tipo de ejercicios pre-masturbatorios, la técnica definitiva aún estaba por dominar. Nosotros, un poco menos enfermos, decidimos mantenernos al margen de eso que ellos gustaban de practicar en grupo y llamaban “Aerobic Porno”. El problema es que Chocho Pocho, al que sus padres visitaban a diario para controlar sus moviemientos, comenzó a documentar con su cámara de fotos las escenas que protagonizaban en la cabaña, en especial las estelares actuaciones de su actor fetiche Focudo. Al final de la semana de campamento había llenado un carrete de fotos con las dantescas imágenes de Focudo y cia en pelotas follándose las almohadas, haciéndoles el salto del tigre con sus pequeños penes infantiles erectos, simulando posturitas, haciendo el pino desnudos, y demás rutinas del aerobic porno.

Yo debía de ser un aguafiestas mental, pues no paraba de darle al coco: ¿y qué pasará cuando los padres de Chocho Pocho revelen ese carrete y se encuentren semejante percal? Por muy bien que os lo estéis pasando… ¿no podrías dedicar un segundo a pensar la que se va a liar en tu casa? Se lo dije.

-Oye, ¿y cuando vean esto tus padres?

-“Uff… es verdad… bueno no sé.”

Y volvió a ponerse manos a la obra. O manos al pan, como quieras llamarlo….

Ese chaval estaba claro que no iba a revelar las fotos por su cuenta, pues además de bobo era un papidependiente de la virgen. Un día se acabó el papel higiénico y el tío en un ataque de pánico se limpio el culo con una bolsa del continente y atascó con ella el WC, no te digo más…

Lo que quiero decir es, ¿La gente no se da cuenta de que sus acciones tienen consecuencias? ¿Ni siquiera como sociedad?

Pasaron años en los que cualquier especialista económico podía darse cuenta de que el asunto de la burbuja iba a ser pan para hoy y hambre para mañana. Pero parece ser que éstos, al igual que los políticos y banqueros, no querían parar la fiesta, se lo pasaban demasiado bien” sacándose fotos desnudos” como para preocuparse en analizar que vendría después. Ahora Alemania comienza a tener algunos problemas por forzar a los países mediterráneos a la austeridad, para que nuestros bancos –ahora reconvertidos en “nosotros”- paguen a los suyos. No quieren ver que esa mierda les va a rebotar, porque su economía se basa en la exportación, y si nosotros y nuestros vecinos tenemos que reducir el consumo -que incluye el de sus productos-, les pasa lo que les está pasando. Sus ventas descienden. ¿Nadie se preocupa por el futuro en este mundo?

Es muy fácil hablar “a toro pasado”, como dicen los taurinos. Pero ahora es cuando pongo la mano en el fuego: Hemos entrado en una crisis de recursos energéticos y ecológica. El “Peak Oil” empieza a notarse, el pescado –entendido como recurso alimenticio- a brillar por su ausencia –y hablo como pescador aficionado- las renovables no dan aún la rentabilidad energética que muchos creen, el mal llamado “calentamiento global” (yo lo entiendo como algo más general: la mala salud del planeta como ecosistema) causa estragos en países con ecosistemas delicados, especialmente estaciones de lluvias que pasan de largo sin una gota de agua, en áfrica. Hasta el suelo fértil disminuye. Paralelamente ciertos países crecen económicamente, otros siguen creciendo demográficamente a ritmos de locura, y aumenta el número de consumidores, que también puede llamarse número de contaminadores, y número de esquilmadores de recursos. El planeta no puede generar recursos a esa velocidad, especialmente porque algunos tardan millones de años en ser generados, como los combustibles fósiles.




Vamos hacia el colapso. ¿Y qué hacemos? Lo mismo que hacía Zapatero cuando empezaba a entender los problemas de nuestra economía: Patapúm pa’alante, intento solucionar el problema inmediato y me olvido del pedazo de lío que se está montando, aún pudiéndome imaginar que se volverá aún peor si no se trata ahora . “Si si… todo eso es cierto. Pero tenemos que resolver nuestros problemas, conseguir bajar la tasa de paro, reactivar el consumo, y volver a la senda del crecimiento económico”. Esto te lo dice incluso gente ecologista de izquierdas, o el Keynesiano de turno. Volver al estado del bienestar, como en 2007, cuando todos éramos felices y comíamos perdices. De puta madre. ¿Y lo que acabo de decir, lo olvidamos?

No se trata de romanticismo ecológico –que también comparto, ojo- que si los “pobres animalitos, el bosquecito” y todo eso, que tiene mucha razón también, pero ahora hablo de otra cosa. Se trata de que esto se vuelve contra ti de mil maneras diferentes, desde desastres económicos, a desastres ecológicos, aumento brutal de la desigualdad, guerras por control de recursos... ¿te suena?

-“Si si… si tienes razón pero… es que no funcionaría, la gente tiene otras preocupaciones y si empiezo a hablar de decrecimiento, de trabajar menos horas y consumir menos, cambiar nuestro modo de vida… se ríen de mi y no me vota ni Dios”.

-Perfecto, pero, ¿eres consciente de que si nadie lo propone nadie lo hará?

-“ehmm.. bueno…. yo….”.

-Ok, déjalo.

Tengo la sensación de que si viajase al pasado y les diese una charla a Ansar y ZP sobre los peligros de la burbuja…. Me dirían lo mismo. Porque ahora es muy fácil criticarles, pero por aquel entonces hasta los de IU callaban como putas cuando se ponía en duda el modelo de crecimiento, y centraban su discurso en distribuir la riqueza equitativamente, que está muy bien, pero no cambia la raíz del problema. Justo lo mismo que hacen ahora. “fiscalidad progresiva, banca pública, eliminamos sicav…” Todo eso está genial, pero no resuelve el problema de fondo.

- “Oigan pero que también queremos legislar contra la obsolescencia programada

-Me parece estupendo, todo mi apoyo en eso. Pero, ¿cómo lo compaginas con el crecimiento económico que buscas? ¿Cómo podéis hablar de reactivar el consumo y a la vez legislar contra la obsolescencia programada? Una cosa va contra la otra.

-“Errmm bueno nosotros… ee…”

Hay que bajar el nivel de consumo brutalmente, Aprender a vivir con menos, intentar acercarnos al 100% de reciclaje, buscar la soberanía alimentaria y energética, invertir todo lo posible en investigación para buscar fórmulas alternativas… Por supuesto que esto en nuestro marco económico no funcionaría. Saltar al paradigma del decrecimiento requiere un cambio de chip.

Yo lo digo alto y claro, como en todas mis entradas: La sociedad de consumo no solo no funciona –y no hay más que ver como está el mundo ahora mismo- sino que nos está llevando a un escenario mucho peor. Los problemas no se solucionan repitiendo los mismos errores del pasado. Vosotros mismos.

Han pasado 17 años y aún me imagino la cara desencajada del encargado/a de la tienda de revelado, entregando el sobre con las fotos a los padres de Chocho Pocho.




domingo, 7 de octubre de 2012

Un mundo oscuro tras la cortina

Se nos llena la boca hablando de lo mal que está España, de lo que se aprovechan del pueblo llano los poderosos - extranjeros y patrios-, de lo que habría que hacer para recuperar el “glorioso” estado de bienestar que teníamos, volver a la senda del crecimiento… 

Nuestros problemas –de importante magnitud, no lo voy a negar- parecen haber sumergido en el olvido a muchos otros, aquellos de los que solo una minoría parecíamos preocuparnos antes de que el dedo de las injusticias señalase a la Europa mediterránea. El mundo está jodido, para que usar palabras educadas. No sé si hablo del hambre, de la salud del planeta como ecosistema, de las guerras, formas modernas de esclavitud… hay un mundo oscuro tras la cortina del primer mundo, al que todavía pertenecemos. Un mundo donde la vida vale muy poco, sobre todo si el que decide sobre ella no es tu vecino, sino un extranjero. Un mundo del que solo puedes sentir vergüenza, de uno mismo y de todos, por permitir que exista. Un mundo que duele tanto que es mejor correr la cortina y olvidar, pues así se vive mejor.


No pretendo usar este artículo –por así llamarlo- para quitarle peso a nuestros problemas, solo quiero  poner un par de ideas en juego.


Decimos que el crecimiento económico de un país representa el aumento de su PIB (producto interior bruto) por habitante en un determinado periodo de tiempo. El principal factor para el crecimiento económico es tener una balanza de pagos positiva, o lo que es lo mismo, que el país exporte más de lo que importe, ingrese más de lo que gasta. Hay otros factores que influyen en el PIB como
los servicios que se prestan, las inversiones y los gastos, pero no nos vamos a centrar en ellos. Decir que un país debe buscar el crecimiento suena razonable, ¿no?  
Ahora mirémoslo desde un punto de vista ficticio, digamos que existen 10 países, ¿pueden todos ellos vender más de lo que compran? NO. No todos podemos crecer a la vez, desde un punto de vista simplista –el mío, que de economía no entiendo-. En un marco de competencia –como nuestro propio mundo- unos tendrán que endeudarse comprando más de lo que venden, para que tú tengas una balanza de pagos positiva. Los países ricos siempre necesitarán de países pobres de donde sacar sus recursos a precios ridículos, del mismo modo que las oligarquías ricas necesitarán obreros que por un precio módico generen su riqueza.  Así que no nos engañemos, a los países ricos NO les interesa que los pobres dejen de serlo, igual que a tu jefe no le interesa pagarte 4.000 euros mensuales, porque se arruinaría.

Del mismo modo que a ti te han echado de tu trabajo, o te han bajado el suelo, o le ha pasado a tu tío/primo/colega… los países del tercer mundo, ese mundo oscuro del que preferimos no saber demasiado, pagan parte del pato de que occidente no esté en sus mejores momentos (menos casos como Latinoamérica, en constante desarrollo, que a este paso acabará ocupando el lugar de Europa). Del mismo modo que los bancos alemanes tienen problemas que requieren que les devolvamos un dinero que “ nos” prestaron en contra de nuestros intereses –los del ciudadano medio- nosotros tenemos problemas que “requieren” (insisto en la comillas) que cortemos el grifo de la cooperación internacional para el desarrollo, que cortemos las ayudas a los ciudadanos de esos países que han venido aquí a buscar una vida digna y cerremos los ojos aún más de lo acostumbrado ante cualquier negocio impropio de un país que se llama civilizado, como puede ser la venta de armas y azuzamiento de guerras (va todo junto), o como puede ser el silencio total ante demás crisis humanitarias que nos benefician…  “Oigan que estamos muy jodidos! No hay tiempo para preocuparnos por ustedes!”


En otros casos, la pobreza no es negocio… pero sin duda lo que no es un buen negocio, es gastarse el dinero en ayudar a los “muertos de fame”, pensarán muchos genios.


Otro aspecto del crecimiento económico que merece la pena comentar es que mayor crecimiento implica mayor actividad y por lo tanto mayor consumo de recursos, a la vez que aumenta –si está repartido- el poder adquisitivo de la población y lo que aumenta aún más el consumo de recursos. Dirás, “¿y qué?” Bueno… el problema es que el crecimiento es infinito, pero los recursos del planeta son finitos.  ¿Crecer hasta donde? ¿Hasta cuando?   A esto hay que sumarle que el consumo de muchos recursos deteriora el planeta terriblemente, pero no nos preocupemos demasiado, una vez más, los mayores marrones se los comen los países subdesarrollados, especialmente en África, donde ecosistemas ya de por sí muy frágiles padecen mucho más que el resto los efectos del calentamiento global, que se traducen en estaciones de lluvias en las que no llueve, avance del desierto, destrucción del hábitat por sequías. Hambre y muerte. Y no son ellos los que lo han provocado.


Por tanto yo me pregunto, salir de la crisis y volver al “bienestar”, sí, claro, ¿pero cómo? ¿A costa de quien? Si este mundo no aguanta el ritmo y a nosotros solo se nos ocurre pisar el acelerador… ¿por cuanto tiempo será viable este modelo para nosotros? (dejando ya de lado a los que se sobreentiende, padecerán nuestro bienestar).


                           






Hay por ahí unas gráficas muy chulas que miden el índice de desarrollo humano de cada lugar  frente a la huella ecológica. El índice de desarrollo humano mide las necesidades satisfechas para el ciudadano medio, tales como alimento, seguridad, posibilidad de asociarse, formarse, autorrealización… suele estar relacionado con la bonanza económica, el crecimiento económico… pero no nos engañemos; crecimiento económico NO es sinónimo de bienestar ni de desarrollo humano. Qué tu fábrica vaya bien no significa que te suban el sueldo ni que instalen filtros para reducir la polución de las chimeneas. 

La huella ecológica, que se suele medir en el número de planetas como el nuestro que serían necesarios para mantener el nivel de vida de una determinada población, si toda la población del planeta viviese así*. Por ejemplo, si todo el planeta consumiese como la media de estados unidos, necesitaríamos unos 7 mundos como el nuestro para abastecer la demanda de recursos de esa sociedad, si todo el mundo consumiese como Somalia, un solo planeta iría sobradísimo. A día de hoy esto se sostiene, una vez más, gracias al “mundo oscuro” del que hablo. Países donde la población produce más o menos, pero no consume, así la balanza, más o menos cuadra. Dato: solo con que todos los ciudadanos chinos o indios se comprasen un coche, esto se iba al carajo en 4 telediarios.

“Curiosamente”, los países que presentan un buen índice de desarrollo humano –la gente vive “bien”-, son “globalmente insostenibles” en cuanto a su huella ecológica se refiere. Y los que son sostenibles, son pobres y tienen un índice de desarrollo humano muy bajo.  La sociedad de consumo no funciona, muere de éxito. Se necesitan alternativas, YA.

Ahora diré algo que a muchos no les gustará: Las estadísticas dicen que de todos los países del mundo, solo hay uno que  tenga un índice de desarrollo humano alto y sea ecológicamente viable: Cuba.



*También se mide en hectareas por habitante,como en el ejemplo de la gráfica (hectareas necesarias para producir los recursos que consume ese habitante, se entiende).

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Responsabilidad

El otro día hablaba con alguien sobre nuestras vidas laborales y ambos coincidíamos en algo: Es hártamente complicado encontrar un trabajo y mantenerlo sin tener que pasarse por el forro ese código moral según el cual algunos intentamos vivir.

Es curioso como una persona que critica constantemente la corrupción del poder se vea frecuéntemente obligada a comulgar con ese poder corrupto si quiere sobrevivir. Vamos con un ejemplo: El tipo honrado que acaba de vendedor –porque no hay otra-, te la mete doblada y te encasqueta consciéntemente una bazofia de producto. Obviamente eso no es ético, aunque obedezca instrucciones de un superior. Pero cabe preguntarse, ¿Qué pasaría si ese hombre no hiciese eso? ¿Se vería en la calle y vendría otro que con gusto mentiría para su propio beneficio (y de su empresa)?


Aquí entra en juego un concepto que yo llamo “la responsabilidad flotante” (y Zygmunt Bauman también, por lo que google me acaba de decir :S). En la responsabilidad flotante unos y otros se ven obligados a olvidarse de sus principios –los que los tengan- y obedecer una siniestra cadena de mando inmoral si quieren mantener su posición o ascender en la pirámide de poder. Esto sucede por encontrarse emparedado entre intereses ajenos y ver los propios comprometidos en caso de no hacer tu parte. Seguro que con un ejemplo se entiende mejor, valga para este caso el de una empresa cualquiera:


-El propietario: Se encuentra en una situación en la que debe bajar el precio del producto para poder competir contra las otras empresas, o la suya se va al carajo, perdiendo el su negocio y sus empleados perdiendo su trabajo. Salvo que encuentre una alternativa, deberá bajar costes o beneficios. Digamos que el beneficio de la empresa es el justo para que el mantenga su nivel de vida, así que o él, o los demás. Seguramente reducirá costes.


-El gerente: Deberá entonces tomar decisiones como bajar la calidad del producto, reducir salarios, despedir empleados… o el propietario se buscará otro gerente que lo haga.


-El empleado: Tendrá que aceptar su bajada de sueldo/despido de compañero/saber que vende cucho si no quiere que el gerente se busque a otro que lo haga gustoso.


-El cliente: Si llega a enterarse de todo el fregao –poco probable-, deberá decidir si legitima todo eso consumiendo el producto o si por el contrario se va a la competencia, que seguramente sean similares.  También puede suceder que sea una persona de las que se molestan en investigar estas cosas y encuentre “marcas éticas” que consumir, si las hubiere. La presión que se ejerce sobre él, metiéndole en esta cadena es la siguiente: Si decide consumir éticamente -por así llamarlo- se verá obligado a estar constantemente informándose, analizando, reflexionando, y en otras palabras complicándose la vida. Si decide cerrar los ojos, un problema menos del que preocuparse.


Unos por otros y la casa por barrer. Visto de esta manera ninguno parece tener más culpa que los demás. La pelota está en juego y los diferentes actores se la van pasando mientras el público contempla el partido con cara de “ye lo que hay”.  Entiendo que también hay grados, pero como esto solo es una reflexión muy por encima no voy a entrar en ello.

 Si intentásemos extrapolar el ejemplo a un escenario político, veríamos que es exactamente lo mismo: El político de turno, (incluso uno con verdaderos deseos de ayudar), si quiere tener algún poder de transformación, necesitará llegar a una cierta posición en su partido/ayuntamiento/gobierno/lo que sea. Para ello deberá pasar por una red de enchufismo, favores y apoyos de la que seguirá dependiendo mientras dure el ejercicio de su cargo. Volvemos al mismo dilema: Coger la mano del corrupto que te ofrece su apoyo a cambio de algo, o ver desde la barrera como otro lo hace.  Al final la mayoría de los políticos acaban pasando por el aro una y otra vez, hasta que cuando se dan cuenta están tan cogidos de los huevos que lo único que pueden hacer, aún en el ejercicio del poder, es seguir reproduciendo el sistema o les pasará como al ex-presidente griego, que se le ocurrió someter el pago de la deuda de su país a referéndum y a los pocos días colocaron a otro en su lugar. Al menos no se lo cargaron como solían hacer en Latinoamérica.  Pero volviendo a lo nuestro, ¿quién tiene la culpa de toda esta comedia? Si hasta el que decide no votar, se compra los calzoncillos de la compañía en la tiene acciones uno de los grandes empresarios que aprietan las tuercas al político. ¿Ves como va botando la pelota? ¿Como nos la vamos pasando uno a otro pero ninguno se la queda? Pues eso, responsabilidad flotante.

Hay otro concepto de mucho peso aquí. No se me ocurre un nombre para él, pero vendría a hacer mención a todas aquellas situaciones en las que la responsabilidad flotante nos remueve menos la conciencia porque no vamos a presenciar el resultado de nuestras acciones, ya que:


1- La red relacional es muy compleja y difuminará tu responsabilidad en el daño provocado.


2-Porque ese daño caerá donde tú no lo veas. “Ojos que no ven…”


3-Las dos cosas.


Para el primer caso es bueno el ejemplo de los calzoncillos que puse antes. Parece que no haces nada malo, pero estás enriqueciendo al empresario voraz de turno que financia la campaña del siguiente político corrupto y con ella sus barbaridades.  Sé que es retorcido, pero les estás dando tu dinero, solo que MUY indirectamente.


Para el segundo (y tercer) caso…. Muy sencillo. Vas a llenar el depósito a la gasolinera y unos militares te piden que para llenarlo les des a ellos el dinero, que lo necesitan para financiar el armamento con el que están bombardeando el país de donde roban ese petróleo, y añaden que el siguiente “daño colateral” de su guerra será ese señor que está ahí sentado (te lo señalan). Vuelves a casa andando.  Sin embargo, en la vida real, aún leyendo en el periódico sobre todos los desastres humanos que provocan las guerras del petróleo, ves todo eso tan lejano que acabas comprando ese petróleo, y financiando esa guerra que se llevará por delante a muchos seres humanos inocentes, como el señor que te señalaron. Tú lo sabes, pero no estarás ahí para padecerlo. Que alivio.


Felicidades, has vuelto pasar por el aro. No te preocupes, no eres el único que cierra los ojos para poder vivir y dormir tranquilo. “I have become confortably numb”, que decían Pink Floyd.


¿Un mínimo común múltiplo a este cachondeo? Sencillo, nuestro sistema se basa en la competencia. Si no ganas al otro, éste te ganará a ti. Si pierdes estás jodido. Mientras la sociedad de consumo aguante y sigamos compitiendo entre nosotros, esto no tiene arreglo. Puedes hacer miles de análisis y citar a tropecientos autores, pero te pongas como te pongas, seguirás encontrando esta raíz al final de este tipo de problemas. Otro día me extiendo un poco más sobre esto.