Finalmente parece que los medios
están dirigiendo sus cámaras al drama que viven las oleadas de personas que llegan
a Europa huyendo del hambre, la guerra, la violencia, las persecuciones
políticas o religiosas, los desastres climáticos o por el justo motivo de
aspirar a una vida más digna. Un drama que se ha agravado pero no es nuevo, ni mucho
menos.
Tanto los afectados en primera
persona, como los que nos preocupamos por ellos, y también aquellos que sólo
son capaces de ver intrusos entrando en su burbuja de bienestar, queremos
soluciones. La de estos últimos es tan
sencilla como continuar militarizando fronteras y convertir Europa en una
gigantesca fortaleza. Las soluciones que yo propongo
significarían solo unas “pequeñas reformas”:
Estaría bien comenzar anulando la deuda de los países del sur,
creada en condiciones de absoluto chantaje y utilizada para sostener las
estructuras neocoloniales mediante la penetración de occidente en las maltrechas economías del llamado tercer mundo. Ya puestos sería un detalle devolver lo robado mediante
los infames planes de
ajuste estructural, junto con el pago de compensaciones económicas por
daños y delitos cometidos por las potencias occidentales en sus etapas
coloniales.
Siguiendo por esa línea habría
que retirar todo tipo de apoyo a gobiernos
y líderes cleptócratas que curiosamente han sido siempre muy bien tratados por
nuestras oligarquías, y si fuese posible deberíamos evitar boicotear,
bloquear,
deponer
o asesinar
a todos aquellos líderes y gobiernos razonablemente bienintencionados que
pudiesen tomar las riendas de sus países.
Proporcionar esas condiciones
para el justo desarrollo de los países del sur introduciría entonces una
cuestión interesante: Este planeta ya carga
globalmente con una huella ecológica del 1,6 y las consecuencias en forma
de cambio
climático son especialmente duras en los países que no han disfrutado de la
fiesta desarrollista de los combustibles fósiles, fiesta que provoca
directa e indirectamente millones de desplazados.
Crédito: Oxfam East Africa/CC by 2.0 |
Imaginarse un desarrollo industrial en el sur que termine con los 7.000 millones de pobladores viviendo como lo hace un hoy día el españolito medio es un absurdo, es materialmente imposible. De este modo, de nuevo nos tocaría a nosotros “hacer sitio” reduciendo extraordinariamente la producción desenfrenada de nuestras industrias, y con ella el consumo sin fin de recursos y sus externalidades en forma de emisiones y residuos. Ni que decir que en el plano social e individual sería el fin de la sociedad de consumo, de nuestro estilo de vida.
Con motivo de no despilfarrar
recursos ni continuar con este mundo-mercado que cualquier magnate puede
conquistar desde su salón, habría entonces que limitar el comercio internacional
a lo puramente necesario a la vez que se permitiría la movilidad absolutamente
libre de personas, lo que grosso modo supone invertir la fórmula globalizadora:
libertad de movimiento para las personas, control absoluto del movimiento de
bienes y capital. De ahí se desprenderían hábitos hoy tan inusuales como el
consumo de alimentos de temporada, producidos en la cercanía.
Dentro de esta nueva normativa de
comercio internacional, habría que sancionar, incluso expropiar/colectivizar a
toda aquella entidad
financiera, empresa o incluso estado que venda o financie armas a ejércitos y
milicias invasores. No estaría mal comenzar por Israel, estado experto en
generar refugiados, tanto desde su propio aparato militar como desde su
rol de fabricante de armas.
Por supuesto, habría que activar
planes de acogida masiva para aquellos años que durase la implementación de las
nuevas medidas, siendo los refugiados portadores de los mismos derechos que la
ciudadanía autóctona y preparándonos así para compartir nuestra
burbuja de bienestar. Sería además excelente que dejásemos de usar los
medios de comunicación para generar odios antagonistas ya que vamos a convivir
muchos años, guste o no. Qué buena
oportunidad para dejar de ser una gran piara de catetos y abandonar el dogma
etnocentrista de la superioridad moral de occidente.
Y ya puestos, sería un bonito
gesto invertir tiempo y capital en volver a hacer habitables aquellos lugares
de los que hoy la gente escapa, por ejemplo recuperando los suelos otrora
fértiles de zonas desertificadas o sobreexplotadas en monocultivos con fines
exportadores. Cabe apuntar que recuperar un suelo muerto es una tarea que lleva
años, a veces incluso décadas.
Un pequeño detalle: estas
políticas tendrían que aplicarlas todos los países de occidente de forma
conjunta y coordinada, vamos, algo sencillísimo.
Supongo que estás 4 cosillas serían un buen principio para resolver el problema. Como se puede ver, son pequeñeces, nada importante. Apenas notaríamos el cambio.
Supongo que estás 4 cosillas serían un buen principio para resolver el problema. Como se puede ver, son pequeñeces, nada importante. Apenas notaríamos el cambio.
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