viernes, 16 de diciembre de 2016

A lomos de la bestia. Reflexiones sobre este mundo y su colapso energético.


Sucede que mientras conduzco mi coche soy incapaz de sintonizar radio 3 y tengo que conformarme con alguno de esos programas anónimos donde hacen entrevistas para así poder combatir el silencio con algo mejor que la música de plástico que predomina en las ondas. El entrevistado es  -no sé si profesional o aficionado- del arte paleolítico que explica apasionadamente algunos detalles técnicos de las pinturas en diferentes cuevas. Me gusta la gente así, gente que tiene intereses y los vive con intensidad y pasión. Gente que está viva. En un momento dado, el personaje entrevistado deja caer una idea que llama mi atención; la calidad técnica de muchas de las pinturas que podemos observar (¡y las que nos negó la entropía!), realizadas además de memoria, señala a las antiguas artistas como personas intensamente dedicadas a su labor creadora, una labor que sin duda tenía una importancia especial para las comunidades. Y esto tenía que ser así porque en una sociedad de cazadores-recolectores en taparrabos, especializar a un miembro adulto en algo ajeno a las actividades imprescindibles y posiblemente liberarlo total o parcialmente de éstas (caza, recolección y cuidados) suponía un importante esfuerzo colectivo que debería estar bien justificado, pues el sustento de la comunidad estaba en juego. 


“Interesante” pienso desde la comodidad de mi coche mientras intento situarme personalmente en esa realidad descrita. Hoy yo soy un profesional de los cuidados que salario mediante no debe preocuparse por conseguir agua potable y 2500 calorías diarias. Mis antepasados aprendieron a modificar las funciones ecosistémicas poniendo la agricultura a su servicio y volviéndose sedentarios. Aprendieron a utilizar y almacenar la energía exosomática -la energía externa a nuestros propios cuerpos- y a combinarla con la tecnología de modo que pudiese sustituir progresivamente algunos aspectos del trabajo humano y proporcionar bienestares antes imposibles. Hoy un artista no necesita acordar con su familia-comunidad su liberación del trabajo productivo y los cuidados porque su trabajo se puede intercambiar por bienes de valor acorde al precio que el mercado fije a sus obras, que puede ser nada, poco o muchísimo. Digamos que en occidente lo de sobrevivir ya lo dejamos “resuelto” hace tiempo y ahora gastamos los recursos en comodidades y otras cosas porque la alta disponibilidad energética así lo permite. Se me pasa por la cabeza que aquellos hombres y/o mujeres que pintaban animales en paredes hubiesen alucinado si supiesen que su trabajo podría ser intercambiado por las facilidades y bienes para vivir una vida de lujos. ¿Y quién hará el trabajo necesario para mi subsistencia, pensarían? Pues principalmente la energía y la tecnología, quiénes van a ser.

Los artistas del pasado no lo entenderían, pero así están las cosas. Mis casi 40 horas semanales realizando tareas socioeducativas con menores son mensualmente recompensadas con suficiente dinero como para adquirir un coche viejo como el que conduzco (en el mercado de segunda mano, tampoco nos flipemos). El gasto calórico que me suponen esas 40 horas no es sencillo de determinar, lo que sí que está claro es que con la irrupción del uso de la energía el trabajo humano ha dejado de ser medida de intercambio; aún teniendo las herramientas adecuadas me pasaría meses para poder construir algo como mi coche si tuviese que usar mi propia energía. Hablamos de que estoy sentado sobre tonelada y medio de metal, plástico, carbono y otros materiales que componen una máquina por cuya tecnología puedo desplazar mis 80 kilos de peso junto con mi familia a más de 100km/h. La capacidad de trabajo de esta bestia tecnológica viene de la tremenda capacidad de producir trabajo del combustible que usa, que refleja bien el punto al que quiero llegar y que no es otro que la desconexión actual del trabajo y el valor: Una hora de trabajo humano se recompensa con digamos 7 euros. En esa hora tal vez podría empujar el coche por una superficie plana un par de kilómetros. Sin embargo, con 7 euros de gasolina puedo desplazar el coche unos 130 kilómetros por la misma superficie en ese mismo tiempo.

Pensar que tengo a un poderosísimo esclavo energético trabajando para mi de esta manera es algo que me confunde. Puedo limitar mi trabajo a 40 horas semanales y aún así vivir mucho mejor que quienes en el pasado trabajaban constantemente. Pero eso del cénit de los combustiblesfósiles, fenómeno que explica como el petróleo y otros recursos energéticos van necesitando cada vez mayor trabajo para ser extraídos hasta el punto de que dejarán de rendir esta brutal rentabilidad energética de la que disfrutamos, me hace pensar de que esto de que cualquier mindundi como yo pueda adquirir y conducir esta máquina se volverá improbable en el futuro.

En cualquier caso, he llegado a mi destino. Bajo del coche y saco mi caña y demás equipo porque esta tarde noche voy a buscar mi sustento dentro del mar. Hay algo deshumanizador en pasearse por un supermercado entre cebollas y lubinas para intercambiar el dinero obtenido trabajando con los menores a mi cargo a cambio una lubina que otra persona pescó en algún lugar a cambio de dinero, probablemente para poder conducir su propio coche. Una sonrisa se me escapa cuando pienso en aquel cliente que denunció a una cadena de comida basura porque su nugget tenía una pluma de pollo. Su nugget le mostraba en efecto algo del animal que se estaba comiendo. Ese trozo de carne procesada ofrecía algo de realidad que rompía con la cultura de la desconexión urbanita, y eso para el cliente era “asqueroso” e “intolerable”.

En cualquier caso, las lineas ya están dentro del agua y ahora toca esperar. Las accidentadas rocas del espigón me hacen pensar en qué pasaría si me cayese y en el accidente extraviase o estropease el teléfono móvil en el mar. Si necesitase llamar a mi casa para ser atendido por alguna lesión en el accidente me encontraría con el problema de que no sé como hacerlo sin mi teléfono. Hace algo más de una década tenía memorizados entre 10 y 20 teléfonos habituales, ahora la tecnología “me ha librado” de ese esfuerzo y por consiguiente soy un poco más dependiente de ella, no recuerdo más número que el propio y el de casa de mis padres, donde no se les suele encontrar. 

Mientras tanto, pasa un avión volando kilómetros por encima de mi cabeza. Esta sí que es una bestia de la tecnología, pienso. No hablamos de tonelada y media sino de 200. Las toneladas de Jet-Fuel que lleva dentro le permiten desplazarse a velocidades superiores a los 800km/h con autonomías de más de 10.000 kms. Entonces pienso en la promesa de electrificación del transporte, ya no en si es posible construir máquinas capaces de rendir como ésta dotadas de motores eléctricos, ni en si podrán acumular en baterías la energía necesaria para semejante proeza, ambas preguntas aún sin respuesta. Lo que pienso es que hay más de 100.000 vuelos diarios y uno se pregunta de donde se sacaría cobre, litio y demás materias primas para construir todos esos motores eléctricos y sus baterías, sumado al transporte privado, sabiendo que ya hablamos de más de 1.000.000.000 de coches y subiendo.

Pero hay algo aún más inquietante. De donde saldría la energía para alimentar esos sistemas eléctricos. Hoy no es una noche ventosa, pero sí que hay cierta brisa. Un día normal diría yo. El espigón en el que me he situado es un buen lugar para sentir la fuerza del viento, fuente energética alternativa a los combustibles fósiles, si bien paradójicamente dependiente de ellos. Me oriento de cara al viento y abro mis brazos en cruz mientras cierro los ojos. Siento su leve fuerza, consciente de que tanto mi cuerpo como un molino solo puede captar una porción de esa energía. Ahora se me pasa por la cabeza la energía necesaria para mover no ya las 200 toneladas de avión con pasajeros/carga a 800 km/h sino mi modesto turismo y su tonelada y media. ¿Cuánto viento haría falta y cómo se recoge y almacena de modo que 7.000.000.000 de almas estén provistas de su ración del pastel energético? ¿De donde sacamos el escasísimo neodimio indispensable para los aerogeneradores? Evidentemente, aquí tenemos un problema. Un problema que pone en cuestión no solo nuestras vidas y expectativas -ya difícilmente desligables de las migraciones económicas y los viajes de placer- sino todo nuestro modelo socioeconómico que depende del comercio internacional para ser posible. Pienso en un documental sobre el imperio otomano que vi recientemente y me estremezco. ¿Sabría yo vivir sin saber que dispongo de la posibilidad de desplazarme miles de kilómetros en poco tiempo si así lo necesito? ¿Sin poder tener constantes noticias de mis seres queridos que viven en otras partes del mundo de forma instantánea?

Hay novedades y es que la gamba en la que escondí un anzuelo ha tentado a un sargo y tras una breve y desigual pelea el animal está en mis manos. Me dispongo a sacrificar el ejemplar, pues no hay necesidad de que sufra una muerte lenta. El mar Mediterráneo está tan desolado como el resto del mundo y para capturar este sargo tamaño ración han sido necesarias varias horas de espera y el uso de una tecnología sencilla, así como cierta experiencia y conocimiento. Las calorías que obtendré de este pescado, unas 500, están aún lejos de las 2500 que se suelen considerar apropiadas para una dieta diaria. Yo, que aún puedo intercambiar una hora de trabajo en el centro de acogida por un par de peces como este, me he pasado varias horas de espera/trabajo para capturar este único ejemplar. 

Tiene sentido, pensarían aquellos artistas de las cavernas. Es “auténtico” “entretenido” “aburrido” “innecesario” o “cruel” pensarían mis contemporáneos. “Parece que es una pista de lo que puede ser el futuro”, pienso yo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

La inmigración y la "identidad europea"


Escucho constantemente aullidos vaticinando que la inmigración destrozará la identidad europea y será nuestra tumba. Son afirmaciones especialmente lamentables cuando hablamos de gente que llega aquí huyendo de la miseria, el hambre y/o la violencia, es un gigantesco fracaso moral. Quiero pensar que los agoreros europeístas que defienden esta tesis no tienen en la cabeza los aspectos genéticos cuando hablan de preservar la identidad europea. Es decir, que no están temiendo que de tanto follarnos los unos a los otros sin ningún criterio cromático acabemos todos de color marrón claro.

Quién sabe, pero como el racismo genético está socialmente desacreditado, ahora se fomenta el racismo cultural para poder mantener el mismo discurso: Los occidentales somos superiores. No debemos dejar instalarse aquí a los bárbaros de los países del sur o destruirán Europa. Todo parece girar en torno al cómo somos nosotros, cómo son ellos y cómo serán las siguientes generaciones si “les dejamos” seguir viniendo.

¿Pero quiénes y cómo somos los europeos? ¿Cuál es esa esencia europea que no debe ser contaminada por extranjeros?

Lo cierto es que en la Europa del siglo XXI, como en el resto del mundo globalizado, la gente se nutre de la cultura que este mundo genera, especialmente la producida en los EEUU. Es decir, que mientras algunos se alertan de que a nuestros países llegue gente “diferente” ya se visten de acuerdo a modas originadas en otros países, disfrutan del cine y las series made in Hollywod, de la música británica y estadounidense, introducen cada vez más anglicismos en su vocabulario, aprenden inglés a la par que ignoran agonizantes lenguas locales, comen en formato fast food al cual se adapta la cocina china, tailandesa, turca o propiamente norteamericana, se forman opinión siguiendo medios de información que defienden intereses ajenos, aceptan la asimilación del modelo de condiciones laborales de EEUU y a la vez importan el sueño americano con la lógica crematística del enriquecimiento, el lujo y la fama (triunfar, le llaman) por encima de todo, disfrutan con la NBA y la Premier League, regalan y reciben regalos el 25 de Diciembre (Santa Claus-Coca Cola) y van dejando de lado el 6 de Enero (Reyes Magos), se pasan las horas navegando por internet, jugando a juegos online contra jugadores de Corea del Sur o utilizando las redes sociales para hablar con gente que vive a miles de kilómetros o con el vecino de al lado, y hasta cuando hacen sus propias creaciones artísticas imitan a los raperos californianos, a los directores de cine de acción norteamericanos o basan sus recetas en platos “exóticos”.

Estos son a grandes rasgos los europeos de mi generación, muchos muy preocupados al parecer porque perdamos nuestra identidad. Y ya ni hablamos de la cacareada religión, pues al parecer la presencia de extranjeros musulmanes les hace reivindicar el cristianismo como eje de la cultura europea. Será que de repente vivimos de acuerdo a los 10 mandamientos y yo sin enterarme. El ejemplo de siempre: ¿alguien de mi generación espera al matrimonio para tener relaciones sexuales? ¿quién evita tener pensamientos “impuros”?
Ahora compartiré unos comentarios en twitter sobre la 
importancia de preservar nuestra identidad europea....

Si cada vez se asimila más la cultura del individualismo, el consumismo y la precariedad material mientras perseguimos el sueño americano ¿Cuál es esa supuesta esencia europea que debemos proteger?

Yo entiendo que cuando el neorracismo europeo habla de “cultura europea” se refiere a nuestros sistemas políticos, a una institución social implantada en la revolución industrial como es la ya universalizada familia nuclear, al cristianismo, a nuestras lenguas y a diferentes folclores tradicionales como puede ser la por fortuna agonizante tauromaquia. Ellos entienden que esto son realidades vivas y que deben mantenerse inmutables por los siglos de los siglos.

Pero, ¿Qué queda de eso y cuál es la influencia de la inmigración?

El deterioro de nuestras democracias y la progresiva pérdida de soberanía de los estados-nación no es consecuencia de la presencia de personas inmigradas dentro de nuestras fronteras sino de la acción globalizadora por la cual las financieras y las grandes corporaciones transnacionales se convierten en los amos y señores del mundo, aliándose con los estados más poderosos doblegando a los más débiles. Los europeos nos las arreglamos para destruirnos unos a otros, no nos hace falta ayuda. Tampoco creo que la familia nuclear (otro tótem del conservadurismo) “peligre” por culpa de sociedades donde ese concepto familiar es aún más fuerte, como la marroquí, pues somos los propios europeos los que cada vez más ponemos en cuestión que nos tengamos que agrupar en matrimonios hombre-mujer donde la mujer cría los hijos mientras el hombre provee para el hogar vendiendo su fuerza de trabajo. ¿La inmigración amenaza al cristianismo? No... es la ilustración que lo hizo y sigue haciendo. Ahora el dios de nuestra sociedad es El Mercado, a quien debemos lealtad y ofrecimiento perpetuo de más y más sacrificios para que sea justo con nosotros, pobres mortales proletarios. Cada 4 años votamos nuevos sacerdotes y ellos se encargan de mediar entre nosotros y nuestro señor El Mercado. Entiendo que a pesar de nuestro desinterés religioso muchos europeos seamos culturalmente cristianos, desde nuestro calendario a nuestras celebraciones tradicionales, pero... ¿Realmente creemos que se dejará de celebrar la navidad acaso por consecuencia de la inmigración? Sobre las lenguas europeas... es el inglés el que gana terreno, no el wolof ni la dariya marroquí. Muchas lenguas sin el estatuto de oficialidad (o incluso teniéndolo) se pierden por el propio desinterés de gobiernos y ciudadanía, no por la inmigración.

Lo cierto es que no prestamos mucha atención a como la globalización-norteamericanización nos seduce y transforma pues consideramos que es símbolo de modernidad y progreso y desviamos nuestras preocupaciones a como ciudadanos con la piel más oscura y provenientes de países pobres de la periferia (que de acuerdo al dogma eurocéntrico es sinónimo de barbarismo) dejan sus países y se instalan en los barrios humildes de nuestras ciudades en su comprensible afán por vivir mejor.

Esto ha sucedido, sucede y seguirá sucediendo porque es parte de la naturaleza de una sistema de gestión y reparto desigual como es el capitalismo. Desde que el capitalismo global se fundó (a grandes rasgos) con Europa poniendo el interés, los medios, el capital y la saca, África aportando la mano de obra y Latinoamérica los recursos a explotar, hemos visto como los movimientos de población han ido creciendo hasta el boom de movilidad del siglo XX, especialmente cuando las catastróficas políticas neocoloniales de las potencias europeas en África, condensadas en los crueles planes de ajuste estructural del FMI, BM y OMC que destrozaron las economías del continente desde los años 60 supusieron una gran afluencia de migración al viejo continente donde muchas familias africanas echaron raíces.

Son ya varias generaciones de personas inmigradas desde África (y otras partes del mundo) las que viven en la Europa contemporanea. ¿Cual ha sido el resultado? ¿Los extranjeros que aquí se instalan nos imponen su cultura y acabamos asimilando otras religiones, otros idiomas? Pues no. Diferentes modelos de gestión de la diversidad (asimilacionismo, multiculturalismo, melting pot...) han producido efectos diferenciados, pero en lineas generales se puede afirmar que mientras toda la sociedad cambia son los venidos de afuera los que han asimilado la cultura propia del país de destino a través de las generaciones.

Transmisión/asimilación de herencias verticales y horizontales

Voy a explicar este fenómeno en base a los conceptos que Amin Maalouf acuñó bajo los nombres de herencia horizontal y herencia vertical. En su imprescindible libro “identidades asesinas” nos explica como todos somos producto de ambas herencias: La vertical representa lo que heredamos de nuestra región, antepasados... aquí entra desde el idioma a la religión. La horizontal la recibimos de nuestros contemporáneos y es la que anteriormente he destacado al hablar de los europeos actuales. Es tanto el hecho de adaptarse a la sociedad actual como puede ser aficionarse a un tipo concreto de música.

¡Que levante la mano el que quiera una Europa progresista
libre de intolerancia y extremismo!
La herencia vertical suele ser mucho más susceptible de ser llevada al campo identitario “Yo soy blanco” “Soy católico” “Soy español, español, español” (al ritmo de Kalinka, una canción rusa ¿podría ser más paradigmático?). Por su parte la herencia horizontal tiende a ser menos percibida. Aunque él no lo considere así, un informático tailandés de Bangkok tiene posiblemente más en común con un informático madrileño que lo que tendría que con sus conciudadanos de hace un par de generaciones, pues ambos se han adaptado a vivir en la sociedad de la información, una realidad global.

El discurso neorracista sostiene -implícitamente- que la herencia vertical que portan las personas inmigradas en Europa se impone a la de la población autóctona, pero lo cierto es que lo grandes procesos de aculturación en Europa no son resultado de la presencia de personas migradas dentro de nuestras fronteras sino que resultan de los propios mecanismos globalizadores en forma de industria del entreteniendo, medios de información, nuevas relaciones de producción, avance científico técnico y demás formas de modificar nuestras vidas y opinión. Compramos así el individualismo y consumismo en auge desde hace muchas décadas en Estados Unidos que hemos hecho propio, así como otros aspectos de su sociedad, molde con el cual estamos construyendo las nuestras. También importamos parte de su herencia vertical de los estadounidenses, destacando su idioma, cada vez la segunda lengua de más gente y cada vez más incrustado en las primeras lenguas en forma de anglicismos y vocabulario vanguardista que no se traduce.

¿Y qué pasa con los que aquí se instalan?

Pues que año tras año y generación tras generación tienden a asimilar parte de nuestra herencia vertical y perder la propia, al mismo tiempo que son moldeados por la sinergia de herencias verticales como también nos pasa a nosotros. Yendo a un ejemplo concreto, la mayoría de chicos y chicas marroquíes que llegaron con sus familias cuando eran niños o que han nacido aquí usan el castellano para hablar con sus hermanos y amigos, en la mayor parte de los casos desconocen el alfabeto árabe y solo pueden hacer uso oral de la lengua de sus padres. Muchos aborrecen sus vacaciones en Marruecos, prefieren quedarse y salir de fiesta hasta tarde con sus amigos. Se toman su religión de una forma muy laxa o incluso la dejan de practicar. Siguen las modas de vestir occidentales. La siguiente generación ni siquiera aprende árabe y continua dejando atrás todo lo demás, para disgusto de sus mayores. Podríamos poner el ejemplo de todos esos famosos futbolistas franceses de origen argelino o senegalés, que ni siquiera hablan el idioma de sus abuelos. Se debe destacar que su asimilación de la cultura global-occidental ya comienza en los países de origen, donde operan los mismos mecanismos globalizadores que aquí conocemos, siendo incluso más agresivos al usar a menudo las escuelas y la televisión idiomas extranjeros y ofrecer una formación eurocéntrica.

La gente habla como si nuestro destino como europeos fuese llevar chilaba y babuchas cuando son nuestros nuevos vecinos lo que ya en su propio país preferían un chandal Adidas. Es una tendencia global que apenas constituye excepción en aquellos que solo ven al rostro del otro en la modernidad que les colonializa y dedicen aferrarse a su conservadurismo más arcaico para no perder su identidad, lo cual es un problema propio de una globalización que mas bien podríamos llamar “norteamericanización”. Se producen entonces conflictos identitarios, que tanto revuelo causan últimamente. Otros se avergüenzan de su herencia vertical. En mi experiencia tratando con personas inmigradas habitualmente detecto en muchas personas llegadas aquí (especialmente desde África) cierta reticencia a hablar de aquello que es propio de su tierra, como si fuese ello un símbolo de subdesarrollo y prefieren hablar del último Barça-Madrid, por poner un ejemplo. Un gran triunfo de la colonización epistemológica, que los propios habitantes de la periferia se vean a sí mismos desde una lupa eurocéntrica.

Mi paciencia se acaba cuando los movimientos xenófobos europeos (que paradójicamente se suelen declarar antieuropeistas) reivindican la supuesta tolerancia europea frente a la supuesta intolerancia de los recién llegados. De este modo, todas las conquistas sociales a las que la mayoría de ellos se han opuesto como los derechos LGTBI o el avance del feminismo son ahora armas que empuñan en su mano contra sociedades más conservadoras, aunque ellos formen parte del conservadurismo autóctono y tampoco compartan esos principios progresistas de tolerancia. Estos seguidores de Donald Trump son un gran ejemplo:



Lo que estamos viendo aquí tiene mucho de repliegue identitario, de europeos blancos que perciben a los vecinos del sur como bárbaros incorregibles con los que tienen miedo de convivir y se sienten amenazados en su presencia, todo esto azuzado por los sucesos violentos que se han vivido en los últimos años.

La tesis del mencionado libro de Amin Maalouf puede resumir este post. Si no somos capaces de vernos a cada uno de nosotros como la suma de nuestras múltiples pertenencias culturales, si no entendemos nuestras identidades como lo que son: algo complejo e interrelacionado no solo con nuestros vecinos sino también con todos nuestros contemporáneos, si no somos capaces de entender que la cultura y las identidades no son un foto fija sino una realidad que muta constantemente, si no conseguimos ver la distancia entre lo que somos y lo que creemos ser, nos estaremos limitando a identificarnos como miembros de una tribu, y seguiremos deshumanizando y temiendo al diferente.

Mientras tanto, el mundo cambia y las culturas lo hacen a su par.  Preservar lo bonito y valioso de cada cultura, aquello que nos explica como pueblo, es una lucha que merece la pena, pero que nadie cuente conmigo para intentar hacerlo a costa de violar el derecho de movilidad de terceras personas ni para enfrentarse al vecino. Y menos cuando el verdadero motivo ser la intolerancia y la creencia de ser superior al otro.

lunes, 27 de junio de 2016

Nos equivocamos con el electorado del PSOE

No hay paños calientes. Más del 70% de los votantes que ayer pasaron por las urnas votaron opciones neoliberales. Eligieron que la política económica del estado español la marque la Troika. En el ojo del huracán, un 22,66% del electorado que se dice de izquierdas y para sorpresa de muchos sigue confiando en el PSOE de Pedro Sánchez como opción electoral. Merece la pena analizar qué es lo que está pasando.

Las verdaderas victorias son aquellas que se enraízan en el terreno, que se implantan en el imaginario colectivo y trascienden las siglas y los personajes. Así fueron las abrumadoras victorias de Ronald Reagan y Margaret Tatcher en los 80’s, que como la doncella de hierro dijo tuvieron su mayor triunfo en el rearme ideológico de la oposición, que ahora incorpora los ingredientes neoliberales de su némesis. Así fue también la victoria del chavismo, cuyo partido insignia está en horas bajas, pero aunque abandonen el poder habrán dejado como herencia un pueblo politizado que tiene conciencia de clase, hambre de derechos y se moviliza para defenderlos. Allí donde un día millones de venezolanos de las favelas no tenían ni documento de identificación ni interés en conseguirlo.

Como pasó en todo el mundo, al estado español también le llegó la onda expansiva del triunfo neoliberal en EEUU y UK. Previamente el PSOE había dicho que el mercado es una maravilla y que el marxismo era cosa del abuelo cebolleta. El PCE aceptaba que podía comulgar con una constitución elaborada por franquistas y su proyecto continuista. Pero la victoria netamente neoliberal vino llegando en democracia. González comenzaba a privatizar más de 70 empresas públicas, legalizaba las ett’s y desmontaba la industria en favor del sector servicios, Aznar se soltaba la melena y Zapatero “el presidente más de izquierdas de la democracia” continuaba el modelo productivo de la burbuja inmobiliaria.

Entre unos presidentes y otros, en el pueblo triunfaban las ideas individualistas del ascenso social frente a la defensa de los derechos de clase. ¿Quién quiere defender su trabajo de currito cuando su objetivo vital es pasar a ser encargado, posteriormente gerente y quién sabe si algún día propietario? ¿Cómo problematizas los privilegios de las burguesías cuando tu deseo es formar para de ellos?

-“El que tiene más dinero por algo será, habrá trabajado más digo yo”

-”Claro, lo que han ganado los ricos es suyo y bien merecido que lo tienen”

Esto se lo escuchaba en la cola del supermercado a dos personas que se identificaban como “socialistas”, hace poco más de una semana. Tristemente, me parece representativo de lo que son hoy día el PSOE y sus más de 5 millones de votantes. El partido ha tocado su suelo tras haber perdido más de 5 millones de votantes divididos principalmente entre Ciudadanos y Podemos.

La epistemología con la cual los ricos ven e interpretan el mundo ha sido adoptada por las clases trabajadoras, y el restante electorado del PSOE no es una excepción. Ellos aplaudieron las bajadas de impuestos de Zapatero o la supresión del impuesto de patrimonio. La mayoría de dicho electorado electorado lamentó pero entendió como “inevitable” el rescate del sector bancario, los recortes de 2009, la reforma laboral de 2010, la sumisión a los dictados de Bruselas…

No se entiende aquí el discurso que habla de las bases y electorado del PSOE como un auténtico caladero de voto de izquierdas, gente que vive enfrentada a su propio partido y no encuentra una alternativa desde la que desarrollar sus ideas socialistas. Como dato esclarecedor: En las primarias del PSOE celebradas en 2014 solo se presentó un candidato con cierto afán anti-neoliberal, José Antonio Pérez Tapias, que se fue a su casa con un escuálido 15% de los votos.

El siempre candente conflicto migratorio es otro buen ejemplo de la derechización del electorado socialista. Ellos defienden el “multiculturalismo” en una forma de racismo inconsciente que exotiza al otro y lo subordina a la “superioridad moral occidental”. No problematizan los motivos socioeconómicos por los que las personas huyen de sus países. Defienden que puedan venir y trabajar aquí, lo cual está muy bien, pero no quieren oír hablar de la acción neocolonial de las empresas y gobiernos occidentales en suelo africano o latinoamericano. Se indignan si gobiernos populares quieren nacionalizar industrias de capital español que hacen negocio a costa de otros pueblos, como YPF en Argentina o la red eléctrica en Bolivia. Odian a presidentes extranjeros que desafían a los poderes fácticos. Parecen ser partidarios entonces de continuar con el Business as usual neocolonial, diferenciándose solo de electorados más conservadores en la gestión de las consecuencias del expolio: la acogida de los que se ven obligados a dejar su hogar. Y con reservas, cada vez más.

Podría seguir aquí hablando de crecimiento económico, consumismo, patriarcado, inconsciencia ambiental y demás ingredientes que componen la receta neoliberal que gran parte del electorado del PSOE ha hecho propia, aún sin ser consciente de ello, pues viven aferrados a símbolos, citas y hechos históricos que han vaciado de significado. Aferrados también a como repartir un poco mejor las sobras del festín neoliberal de la economía de mercado que abrazan. Todo lo necesario para poder seguir convencidos de que son “de izquierdas” aunque sin saberlo vayan contra sus propios intereses como trabajadores.

No se trata aquí de demonizarlos, sino de remarcar que han mordido el anzuelo neoliberal.

Pues bien, todos los que hoy estamos desolados con los resultados electorales deberíamos tal vez desengañarnos cuando seguimos mirando con incredulidad el aguante del electorado “duro” del PSOE, que continúa resistiendo su pasokización. Pensábamos que mostrarles recetas anti-neoliberales les haría salir corriendo de su partido de referencia y votar a Unidos Podemos, pero hemos pinchado en hueso. Hasta subir los impuestos a los ricos le parece una insensatez populista al grueso de su electorado. Otros parecen haber perdido el sentido crítico y la autonomía intelectual necesaria para desmarcarse de las constantes mentiras que a diario se vierten sobre la formación morada, del estilo de “te quitarán la casa” o “prohibirán la semana santa”. Es triste decirlo pero aquí no valen los paternalismos: esto es lo que hay.

La batalla que enfrente se nos presenta trasciende lo electoral: Es cultural. El acertado diagnóstico con el que el 15M lo impugnó todo y que ahora Podemos no se atreve a reproducir tiene que seguir calando en la sociedad si esperamos formar algún día una verdadera mayoría que esté dispuesta a romper con el régimen del 78 y la Europa mercantil. No se entiende que el PSOE, pilar básico del R78 ya no sea el enemigo, por más que nos veamos obligados a pactar con ellos, no está de más decir la verdad. No se entienden los halagos al presidente que estaba en el cargo cuando las calles se llenaron de indignados.

Tenemos que aceptar que el marco sociocultural que hemos heredado es muy, muy limitado y necesitamos seguir estirándolo, haciendo pedagogía y desmontando la ideología neoliberal desde sus mismas raíces mientras ofrecemos una alternativa sólida. Porque sin un pueblo dispuesto a dar un giro de 180º seguiremos obligados a elegir entre dos alternativas cada vez que vayamos a las urnas: Decir la verdad, seguir haciendo pedagogía y cruzar los dedos, o parecernos a ellos para intentar absorber su electorado. Y tiene poco sentido “ganar” cuando has rebajado tus propuestas a un nivel cercano al del Partido Socialista.

Para parecerse al PSOE ya está el propio PSOE, que es en mi opinión el mensaje que nos han mandado las urnas.

domingo, 21 de febrero de 2016

Nuestras mujeres son nuestras y las violamos nosotros



“La necrofilia en sentido caracterológico puede describirse como la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas” Erich Fromm.

El psicoanalista y filósofo Erich Fromm evolucionó las ideas de pulsión de vida y pulsión de muerte freudianas para crear sus conceptos de “biofilia” y “necrofilia”. En pocas palabras, podríamos decir que a su parecer los seres humanos se debaten en la tensión entre el amor al cambio, la evolución, la autonomía y bienestar del otro… y el amor o fijación por el control, el inmovilismo y la cosificación del otro. Relacionarse saludablemente con un entorno vivo (biofilia) y someter un entorno muerto (necrofilia). Para Fromm, la segunda opción sería más fruto de una patología psicológica inducida que un impulso biológico.
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La reciente deriva autoritaria de Europa en pleno auge de movimientos, partidos y eventos neofascistas –y no acostumbro a usar el término “fascismo” a la ligera- puede encuadrarse perfectamente dentro de la idea de necrofilia de Fromm. Una necrofilia que se disfraza de biofilia (de nuevo, en términos Frommianos) cuando un nuevo actor entra en Europa, la inmigración.
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Sólo desde la idea necrófila de la defensa la propiedad privada –“nuestras” mujeres- puede entenderse la feroz avalancha de indignación de los sectores más conservadores ante un fenómeno totalmente habitual en nuestras sociedades; las agresiones sexuales machistas. Y digo que sólo se puede entender desde la propiedad privada, porque tomando como ejemplo los lamentables sucesos de Colonia donde las mujeres agredidas eran europeas y blancas, mientras que los hombres agresores se nos vendieron como refugiados árabes y subsaharianos, fueron aquellos que acostumbran a legitimar este tipo de acciones cuando las protagonizan hombres europeos los que enseguida se lanzaron a las barricadas.  
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Como decía, aquellos sectores conservadores son exactamente los mismos que quitan hierro a este tipo de sucesos cuando son hombres europeos y blancos los que los cometen, los mismos que se tiran de los pelos cuando el movimiento feminista problematiza aquello que para ellos es “normal”. Son aquellos que siempre se opusieron a las conquistas feministas, pero ahora pretenden esgrimirlas como propias para acusar a aquellas sociedades donde dichas conquistas aún están por llegar, o donde sencillamente están buscando sus propias fórmulas feministas que no tienen por qué ser las mismas que en occidente se defienden.
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El fenómeno se repite en cuanto a cuestiones homofóbicas. Los propios homófobos patrios que siempre se opusieron al reconocimiento de los derechos LGTB, nos intentan asustar aludiendo a la pobre situación del colectivo LGTB en países emisores de migración.
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Los conservadores europeos no están por lo tanto defendiendo los derechos de las mujeres europeas, sino que de forma inconsciente reclaman su derecho de pernada sobre su propiedad privada ante la irrupción de un extraño que intenta arrebatársela. No defienden tampoco los derechos LGTB, sino su derecho a ser ellos quienes les juzguen. Y entiéndase todo esto desde la metáfora: no aceptan que otros pueden ejercer de dominadores sobre sus subordinados históricos, porque ese lugar entienden que está reservado para ellos mismos.
Polonia, una de las sociedades más profundamente conservadoras
y machistas de Europa, vendiendo odio al otro.
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Por una parte defienden su propiedad privada, por otra se esfuerzan por definirse como los demócratas y buenos contra el odiado antagonista que entra por la puerta, aunque entre en contradicción con sus propias ideas. Es el claro ejemplo que podemos ver cuando aquellos que estigmatizan a los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad, les criminalizan y les acusan de vagos, de repente organizan colectas de alimentos solo para ellos. No es que de repente se solidaricen con el español que ha caído en bancarrota, es el poder dibujar esa línea entre “los míos” y los de fuera lo que les motiva, lo que su cabeza les define como buenos “patriotas” al discriminar al extranjero frente al autóctono.
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Son muchas las reflexiones que produce esta terrible Europa que pretende mostrarse como moralmente superior al sur al mismo tiempo que resucitan a los tribunales de la inquisición para perseguir a titiriteros por cosas que no han dicho, a tuiteros por cosas que no piensan o a concejalas por ofender una supuesta moral religiosa que en el Madrid del siglo XXI es difícil de entender si no es dentro del identitarismo puro y duro, porque los jóvenes de aquí ya no creen en Dios, ni siguen los 10 mandamientos más allá del postureo de unos pocos necrófilos empeñados en arrodillar a los demás por medio de una doctrina moral estricta y arcaica.
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Ponen el grito en el cielo porque en su estrecha visión del fenómeno migratorio entienden que el otro viene a “implantar la sharia”, pero al mismo tiempo que piden de forma indirecta la tipificación de la blasfemia como delito punible en nuestro código penal. Es decir, con una mano nos muestran su caricatura del peor estereotipo posible de inmigrante de origen árabe o subsahariano, y con la otra mano nos azotan con el crucifijo.
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Se parecen bastante a sus propias fobias.

martes, 20 de octubre de 2015

Contra la fundación Princesa de Asturias y sus premios



Mucho se ha hablado de los premios “Princesa de Asturias” desde que la vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada (Somos Uviéu) los calificase de “pasados de moda”  y criticase su carácter monárquico, dando a entender que tal vez participe en la ya tradicional manifestación contra los premios, como ha hecho otras veces. El concejal de cultura ("Rivi", IU) no tardó en sumarse a las críticas, elevando incluso el tono.

La corte habitual de políticos de 1ª regional asturiana, empresarios, personalidades y la propia fundación Princesa de Asturias ha reaccionado de las maneras más variopintas: 

Unos piden las dimisiones que jamás pedirían para ladrones como los que se pasearán por el teatro Campoamor el próximo viernes, otros hinchan el pecho palomo para afirmar sin descojonarse que los premios son los siguientes más importantes tras los Nobel y que “a Oviedo se la conoce en todo el mundo por ellos”, que producen trabajo, atraen inversión y no sé cuantas cosas más que como todos podemos ver, desde 1981 han convertido a Oviedo en la Nueva York ibérica.  Algunos, más de barrio ellos, vacían sus pulsiones agresivas en forma de insultos a la emisora de tan inaceptable mensaje. Hasta al entrañable entrenador del Oviedo han querido meter en el ajo sacándole su pasión por el premiado Francis Ford Coppola para que se postule a favor de los premios. 
revoluciontrespuntocero.com/la-dictadura-perpetua-y-la-monarquia-en-espana/

Una justificación que me ha hecho especial gracia ha sido la de que algunos premiados, como Saskia Sassen, donaron el importe de su premio para causas sociales en Oviedo. Supongo que a nadie en la administración se le hubiese ocurrido donar directamente el importe a esas causas. Después de todo, la Fundación Princesa de Asturias se financia con fondos públicos. 

Es curioso, en 6 años viviendo en el extranjero y tras algunas escapadas mochileras por Latinoamérica y Asia me he acostumbrado a explicar de mil maneras diferentes qué carajo es eso de Asturias y Oviedo a cientos de personas, y puedo dar mi palabra de que JAMÁS a ninguna de esas personas se le encendió una bombilla que relacionase nuestra tierra con estos “famosísimos” premios, JAMÁS. No se acaba el mundo por aceptarlo: Oviedo y sus fantásticos premios no son especialmente populares fuera de nuestras fronteras. Ni su aborrecible monarquía. “¿Who is that fella in the spanish euro coin?” Me preguntaba algún mindundi irlandés años atrás, “Oh! Spain has a King then? I had no idea!”

Recemos para que el oviedín del alma suba pronto a primera, porque esto de los premios no chuta, majestad. 

Éxito o fracaso, entre esta maraña de información casposa se hace necesario explicar las razones por las que miles de asturianos nos vamos a manifestar contra esos premios, un año más

La primera es que es un sano ejercicio de dignidad salir a recibir con pitos a todas las familias de crimen organizado que aparecerán por la ceremonia. Desde las políticas a las empresariales, con especial atención a la familia real, que un año más buscará un hueco en su durísima agenda laboral para venir a comerse un cachopo a Oviedo. 

La segunda es que al Oviedo popular nunca le ha gustado pagar con dinero público estas ceremonias exclusivas donde las señoras se emperifollan y visten de largo para salir a aplaudir a eminencias de las ciencias sociales y letras a quienes no sólo no han leído, sino que si lo hicieran se espantarían por el alto nivel de “demagogia bolivariana” que contiene su discurso. Si tan rentables son los premios, que se autofinancien. Y tampoco nos gusta saber de la cantidad de gente que saca tajada económica, ya sea directa o indirectamente. Ya puestos, que los organizadores dejen de reclamar a la escuela de hostelería de Gijón que envíe a sus estudiantes a trabajar gratis. 

La tercera es que estos premios son como siempre una forma de lavar la cara de una institución decimonónica, machista y antidemocrática representada por una familia de presuntos comisionistas, puteros, ladrones, borrachos y amigos de genocidas.

La cuarta es que Oviedo volverá a llenarse de policías buscando terroristas en cada esquina, abriéndote la mochila, pidiéndote identificación –a algunos ya nos la pidieron hace algunas semanas- y decidiendo si te deja o no pasar si vas en dirección a la manifestación. Y ya cansa.

La quinta y definitiva es la propia gente que participa en el patronato y el jurado de los premios, que nos da una buena pista de por donde van los tiros. Realmente esta es la razón de mayor peso. Diego Díaz, miembro de Somos Uviéu, ha hecho una imprescindible recopilación de personajes indeseables que colaboran con esta fundación:

-Tenemos a Rodrigo Rato entregando el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2012, gran colaborador. Un activo “al alza”. Tristemente, ya no forma parte del patronato de la fundación.

-Tenemos también a gente bien conocida, como Esther Alcocer Koplowitz, de FCC, Manuel Manrique, de Sacyr, o Florentino Pérez, de ACS en el patronato de la Fundación Princesa de Asturias, todos ellos en los papeles de Bárcenas por financiar ilegalmente al PP. 

-Otro miembro ilustre del patronato es Dimas Gimeno, presidente de El Corte Inglés, esa empresa denunciada por maltrato laboral por INTERMÓN-OXFARM…. En 1996 y 2000 fue candidato de la Falange a las elecciones generales. 

-Otro más:  Cesar Alierta, de telefónica. El directivo mejor pagado del Ibex35, 43 milloncetes de nada en 2014. ¿Hace falta explicar algo sobre timofónica?

-Sol Durella. Esta pájara es la principal accionista de la empresa que fabrica Coca-Cola en nuestro país, que recientemente cerró la planta de producción de Colloto, aquí al lado, dejando a muchos trabajadores en paro a pesar de la fortaleza económica de la empresa.

-Borja Prado, presidente de Endesa. La misma compañía que explota el déficit de Tarifa para sangrarte o cortarte la luz si no puedes asumir los abusivos recivos… mientras él se sube su opulento sueldo. Aparece en la lista Falciani.

-Banqueros simpáticos: Ana Botín del Santander, Francisco Gonzalez del BBVA, Isidro Fainé de la Caixa, José María Arias del banco Pastor…. Todos ellos grandes filántropos.

-Juan Miguel Villar Mir, otro multimillonario que aparece en los papeles de Bárcenas. Un superviviente del tardofranquismo que gracias a su cercana amistar con Juan Carlos de Borbón no deja de conseguir excelentes contratos en Arabia Saudí. La cacareada meritocracia libegal, supongo.

-Antonio Bufrau, presidente de la fundación REPSOL, esa petrolera denunciada por diferentes ONG’s por vertidos contaminantes y prácticas agresivas contra el medio ambiente y los derechos humanos.

-Fernando Masaveu, orgulloso representante asturiano en la lista Falciani, miembro de una familia de oligarcas que entre otras cosas se han beneficiado “sorprendentemente” de los sobrecostes de la ampliación del puerto del Musel en Gijón. 

-En el jurado (premio de la Concordia) destaca Isak Andic, dueño de MANGO. Mientras entrega premios a unas ONG’s, otras como INTERMON-OXFARM denuncian sus empresas por malas condiciones laborales. Destaca el caso destapado por New York Times: uno de los talleres de MANGO estaba en el edificio que hace dos años se desplomó en Bangladesh acabando con la vida de más de mil trabajadoras

¿Realmente debemos ir a aplaudir a esta gente?

No quisiera terminar este texto sin antes dejar clara mi admiración por las obras de Zygmunt Bauman, Saskia Sassen, Amin Maalouf,  Michael Haneke o Francis Ford Coppola entre otros premiados. Esto no va con ellos. Unos premios libres de saraos clasistas, de chupones corruptos y de monarcas tendrían nuestro respeto.

Después de todo, me da que el próximo Viernes encontraremos a más seguidores de estos y otros premiados en la manifestación de la plaza de la Escandalera que dentro teatro Campoamor.