miércoles, 19 de septiembre de 2012

Responsabilidad

El otro día hablaba con alguien sobre nuestras vidas laborales y ambos coincidíamos en algo: Es hártamente complicado encontrar un trabajo y mantenerlo sin tener que pasarse por el forro ese código moral según el cual algunos intentamos vivir.

Es curioso como una persona que critica constantemente la corrupción del poder se vea frecuéntemente obligada a comulgar con ese poder corrupto si quiere sobrevivir. Vamos con un ejemplo: El tipo honrado que acaba de vendedor –porque no hay otra-, te la mete doblada y te encasqueta consciéntemente una bazofia de producto. Obviamente eso no es ético, aunque obedezca instrucciones de un superior. Pero cabe preguntarse, ¿Qué pasaría si ese hombre no hiciese eso? ¿Se vería en la calle y vendría otro que con gusto mentiría para su propio beneficio (y de su empresa)?


Aquí entra en juego un concepto que yo llamo “la responsabilidad flotante” (y Zygmunt Bauman también, por lo que google me acaba de decir :S). En la responsabilidad flotante unos y otros se ven obligados a olvidarse de sus principios –los que los tengan- y obedecer una siniestra cadena de mando inmoral si quieren mantener su posición o ascender en la pirámide de poder. Esto sucede por encontrarse emparedado entre intereses ajenos y ver los propios comprometidos en caso de no hacer tu parte. Seguro que con un ejemplo se entiende mejor, valga para este caso el de una empresa cualquiera:


-El propietario: Se encuentra en una situación en la que debe bajar el precio del producto para poder competir contra las otras empresas, o la suya se va al carajo, perdiendo el su negocio y sus empleados perdiendo su trabajo. Salvo que encuentre una alternativa, deberá bajar costes o beneficios. Digamos que el beneficio de la empresa es el justo para que el mantenga su nivel de vida, así que o él, o los demás. Seguramente reducirá costes.


-El gerente: Deberá entonces tomar decisiones como bajar la calidad del producto, reducir salarios, despedir empleados… o el propietario se buscará otro gerente que lo haga.


-El empleado: Tendrá que aceptar su bajada de sueldo/despido de compañero/saber que vende cucho si no quiere que el gerente se busque a otro que lo haga gustoso.


-El cliente: Si llega a enterarse de todo el fregao –poco probable-, deberá decidir si legitima todo eso consumiendo el producto o si por el contrario se va a la competencia, que seguramente sean similares.  También puede suceder que sea una persona de las que se molestan en investigar estas cosas y encuentre “marcas éticas” que consumir, si las hubiere. La presión que se ejerce sobre él, metiéndole en esta cadena es la siguiente: Si decide consumir éticamente -por así llamarlo- se verá obligado a estar constantemente informándose, analizando, reflexionando, y en otras palabras complicándose la vida. Si decide cerrar los ojos, un problema menos del que preocuparse.


Unos por otros y la casa por barrer. Visto de esta manera ninguno parece tener más culpa que los demás. La pelota está en juego y los diferentes actores se la van pasando mientras el público contempla el partido con cara de “ye lo que hay”.  Entiendo que también hay grados, pero como esto solo es una reflexión muy por encima no voy a entrar en ello.

 Si intentásemos extrapolar el ejemplo a un escenario político, veríamos que es exactamente lo mismo: El político de turno, (incluso uno con verdaderos deseos de ayudar), si quiere tener algún poder de transformación, necesitará llegar a una cierta posición en su partido/ayuntamiento/gobierno/lo que sea. Para ello deberá pasar por una red de enchufismo, favores y apoyos de la que seguirá dependiendo mientras dure el ejercicio de su cargo. Volvemos al mismo dilema: Coger la mano del corrupto que te ofrece su apoyo a cambio de algo, o ver desde la barrera como otro lo hace.  Al final la mayoría de los políticos acaban pasando por el aro una y otra vez, hasta que cuando se dan cuenta están tan cogidos de los huevos que lo único que pueden hacer, aún en el ejercicio del poder, es seguir reproduciendo el sistema o les pasará como al ex-presidente griego, que se le ocurrió someter el pago de la deuda de su país a referéndum y a los pocos días colocaron a otro en su lugar. Al menos no se lo cargaron como solían hacer en Latinoamérica.  Pero volviendo a lo nuestro, ¿quién tiene la culpa de toda esta comedia? Si hasta el que decide no votar, se compra los calzoncillos de la compañía en la tiene acciones uno de los grandes empresarios que aprietan las tuercas al político. ¿Ves como va botando la pelota? ¿Como nos la vamos pasando uno a otro pero ninguno se la queda? Pues eso, responsabilidad flotante.

Hay otro concepto de mucho peso aquí. No se me ocurre un nombre para él, pero vendría a hacer mención a todas aquellas situaciones en las que la responsabilidad flotante nos remueve menos la conciencia porque no vamos a presenciar el resultado de nuestras acciones, ya que:


1- La red relacional es muy compleja y difuminará tu responsabilidad en el daño provocado.


2-Porque ese daño caerá donde tú no lo veas. “Ojos que no ven…”


3-Las dos cosas.


Para el primer caso es bueno el ejemplo de los calzoncillos que puse antes. Parece que no haces nada malo, pero estás enriqueciendo al empresario voraz de turno que financia la campaña del siguiente político corrupto y con ella sus barbaridades.  Sé que es retorcido, pero les estás dando tu dinero, solo que MUY indirectamente.


Para el segundo (y tercer) caso…. Muy sencillo. Vas a llenar el depósito a la gasolinera y unos militares te piden que para llenarlo les des a ellos el dinero, que lo necesitan para financiar el armamento con el que están bombardeando el país de donde roban ese petróleo, y añaden que el siguiente “daño colateral” de su guerra será ese señor que está ahí sentado (te lo señalan). Vuelves a casa andando.  Sin embargo, en la vida real, aún leyendo en el periódico sobre todos los desastres humanos que provocan las guerras del petróleo, ves todo eso tan lejano que acabas comprando ese petróleo, y financiando esa guerra que se llevará por delante a muchos seres humanos inocentes, como el señor que te señalaron. Tú lo sabes, pero no estarás ahí para padecerlo. Que alivio.


Felicidades, has vuelto pasar por el aro. No te preocupes, no eres el único que cierra los ojos para poder vivir y dormir tranquilo. “I have become confortably numb”, que decían Pink Floyd.


¿Un mínimo común múltiplo a este cachondeo? Sencillo, nuestro sistema se basa en la competencia. Si no ganas al otro, éste te ganará a ti. Si pierdes estás jodido. Mientras la sociedad de consumo aguante y sigamos compitiendo entre nosotros, esto no tiene arreglo. Puedes hacer miles de análisis y citar a tropecientos autores, pero te pongas como te pongas, seguirás encontrando esta raíz al final de este tipo de problemas. Otro día me extiendo un poco más sobre esto.