No hay paños calientes. Más del 70% de los votantes
que ayer pasaron por las urnas votaron opciones neoliberales. Eligieron
que la política económica del estado español la marque la Troika. En el
ojo del huracán, un 22,66% del electorado que se dice de izquierdas y
para sorpresa de muchos sigue confiando en el PSOE de Pedro Sánchez como
opción electoral. Merece la pena analizar qué es lo que está pasando.
Las verdaderas victorias son aquellas que se enraízan
en el terreno, que se implantan en el imaginario colectivo y
trascienden las siglas y los personajes. Así fueron las abrumadoras
victorias de Ronald Reagan y Margaret Tatcher en los 80’s, que como la
doncella de hierro dijo tuvieron su mayor triunfo en el rearme
ideológico de la oposición, que ahora incorpora los ingredientes
neoliberales de su némesis. Así fue también la victoria del chavismo,
cuyo partido insignia está en horas bajas, pero aunque abandonen el
poder habrán dejado como herencia un pueblo politizado que tiene
conciencia de clase, hambre de derechos y se moviliza para defenderlos.
Allí donde un día millones de venezolanos de las favelas no tenían ni
documento de identificación ni interés en conseguirlo.
Como pasó en todo el mundo, al estado español también
le llegó la onda expansiva del triunfo neoliberal en EEUU y UK.
Previamente el PSOE había dicho que el mercado es una maravilla y que el
marxismo era cosa del abuelo cebolleta. El PCE aceptaba que podía
comulgar con una constitución elaborada por franquistas y su proyecto
continuista. Pero la victoria netamente neoliberal vino llegando en
democracia. González comenzaba a privatizar más de 70 empresas públicas,
legalizaba las ett’s y desmontaba la industria en favor del sector
servicios, Aznar se soltaba la melena y Zapatero “el presidente más de
izquierdas de la democracia” continuaba el modelo productivo de la
burbuja inmobiliaria.
Entre unos presidentes y otros, en el pueblo
triunfaban las ideas individualistas del ascenso social frente a la
defensa de los derechos de clase. ¿Quién quiere defender su trabajo de
currito cuando su objetivo vital es pasar a ser encargado,
posteriormente gerente y quién sabe si algún día propietario? ¿Cómo
problematizas los privilegios de las burguesías cuando tu deseo es
formar para de ellos?
-“El que tiene más dinero por algo será, habrá trabajado más digo yo”
-”Claro, lo que han ganado los ricos es suyo y bien merecido que lo tienen”
Esto se lo escuchaba en la cola del supermercado a
dos personas que se identificaban como “socialistas”, hace poco más de
una semana. Tristemente, me parece representativo de lo que son hoy día
el PSOE y sus más de 5 millones de votantes. El partido ha tocado su
suelo tras haber perdido más de 5 millones de votantes divididos
principalmente entre Ciudadanos y Podemos.
La epistemología con la cual los ricos ven e
interpretan el mundo ha sido adoptada por las clases trabajadoras, y el
restante electorado del PSOE no es una excepción. Ellos aplaudieron las
bajadas de impuestos de Zapatero o la supresión del impuesto de
patrimonio. La mayoría de dicho electorado electorado lamentó pero
entendió como “inevitable” el rescate del sector bancario, los recortes
de 2009, la reforma laboral de 2010, la sumisión a los dictados de
Bruselas…
No se entiende aquí el discurso que habla de las
bases y electorado del PSOE como un auténtico caladero de voto de
izquierdas, gente que vive enfrentada a su propio partido y no encuentra
una alternativa desde la que desarrollar sus ideas socialistas. Como
dato esclarecedor: En las primarias del PSOE celebradas en 2014 solo se
presentó un candidato con cierto afán anti-neoliberal, José Antonio
Pérez Tapias, que se fue a su casa con un escuálido 15% de los votos.
El siempre candente conflicto migratorio es otro buen
ejemplo de la derechización del electorado socialista. Ellos defienden
el “multiculturalismo” en una forma de racismo inconsciente que exotiza
al otro y lo subordina a la “superioridad moral occidental”. No
problematizan los motivos socioeconómicos por los que las personas huyen
de sus países. Defienden que puedan venir y trabajar aquí, lo cual está
muy bien, pero no quieren oír hablar de la acción neocolonial de las
empresas y gobiernos occidentales en suelo africano o latinoamericano.
Se indignan si gobiernos populares quieren nacionalizar industrias de
capital español que hacen negocio a costa de otros pueblos, como YPF en
Argentina o la red eléctrica en Bolivia. Odian a presidentes extranjeros
que desafían a los poderes fácticos. Parecen ser partidarios entonces
de continuar con el Business as usual neocolonial,
diferenciándose solo de electorados más conservadores en la gestión de
las consecuencias del expolio: la acogida de los que se ven obligados a
dejar su hogar. Y con reservas, cada vez más.
Podría seguir aquí hablando de crecimiento económico,
consumismo, patriarcado, inconsciencia ambiental y demás ingredientes
que componen la receta neoliberal que gran parte del electorado del PSOE
ha hecho propia, aún sin ser consciente de ello, pues viven aferrados a
símbolos, citas y hechos históricos que han vaciado de significado.
Aferrados también a como repartir un poco mejor las sobras del festín
neoliberal de la economía de mercado que abrazan. Todo lo necesario para
poder seguir convencidos de que son “de izquierdas” aunque sin saberlo
vayan contra sus propios intereses como trabajadores.
No se trata aquí de demonizarlos, sino de remarcar que han mordido el anzuelo neoliberal.
Pues bien, todos los que hoy estamos desolados con
los resultados electorales deberíamos tal vez desengañarnos cuando
seguimos mirando con incredulidad el aguante del electorado “duro” del
PSOE, que continúa resistiendo su pasokización. Pensábamos que
mostrarles recetas anti-neoliberales les haría salir corriendo de su
partido de referencia y votar a Unidos Podemos, pero hemos pinchado en
hueso. Hasta subir los impuestos a los ricos le parece una insensatez
populista al grueso de su electorado. Otros parecen haber perdido el
sentido crítico y la autonomía intelectual necesaria para desmarcarse de
las constantes mentiras que a diario se vierten sobre la formación
morada, del estilo de “te quitarán la casa” o “prohibirán la semana
santa”. Es triste decirlo pero aquí no valen los paternalismos: esto es
lo que hay.
La batalla que enfrente se nos presenta trasciende lo
electoral: Es cultural. El acertado diagnóstico con el que el 15M lo
impugnó todo y que ahora Podemos no se atreve a reproducir tiene que
seguir calando en la sociedad si esperamos formar algún día una
verdadera mayoría que esté dispuesta a romper con el régimen del 78 y la
Europa mercantil. No se entiende que el PSOE, pilar básico del R78 ya
no sea el enemigo, por más que nos veamos obligados a pactar con ellos,
no está de más decir la verdad. No se entienden los halagos al
presidente que estaba en el cargo cuando las calles se llenaron de
indignados.
Tenemos que aceptar que el marco sociocultural que
hemos heredado es muy, muy limitado y necesitamos seguir estirándolo,
haciendo pedagogía y desmontando la ideología neoliberal desde sus
mismas raíces mientras ofrecemos una alternativa sólida. Porque sin un
pueblo dispuesto a dar un giro de 180º seguiremos obligados a elegir
entre dos alternativas cada vez que vayamos a las urnas: Decir la
verdad, seguir haciendo pedagogía y cruzar los dedos, o parecernos a
ellos para intentar absorber su electorado. Y tiene poco sentido “ganar”
cuando has rebajado tus propuestas a un nivel cercano al del Partido
Socialista.
Para parecerse al PSOE ya está el propio PSOE, que es en mi opinión el mensaje que nos han mandado las urnas.
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