El otro día hablaba con alguien sobre nuestras vidas laborales y ambos
coincidíamos en algo: Es hártamente complicado encontrar un trabajo y
mantenerlo sin tener que pasarse por el forro ese código moral según el cual
algunos intentamos vivir.
Es curioso como una persona que critica constantemente la corrupción del poder
se vea frecuéntemente obligada a comulgar con ese poder corrupto si quiere
sobrevivir. Vamos con un ejemplo: El tipo honrado que acaba de vendedor –porque
no hay otra-, te la mete doblada y te encasqueta consciéntemente una bazofia de
producto. Obviamente eso no es ético, aunque obedezca instrucciones de un
superior. Pero cabe preguntarse, ¿Qué pasaría si ese hombre no hiciese eso? ¿Se
vería en la calle y vendría otro que con gusto mentiría para su propio
beneficio (y de su empresa)?
Aquí entra en juego un concepto que yo llamo “la responsabilidad flotante” (y
Zygmunt Bauman también, por lo que google me acaba de decir :S). En la responsabilidad flotante unos y
otros se ven obligados a olvidarse de sus principios –los que los tengan- y
obedecer una siniestra cadena de mando inmoral si quieren mantener su posición
o ascender en la pirámide de poder. Esto sucede por encontrarse emparedado entre intereses ajenos y ver los propios comprometidos en caso de no hacer tu parte. Seguro que con un ejemplo se entiende
mejor, valga para este caso el de una empresa cualquiera:
-El propietario: Se encuentra en una situación en la que debe bajar el precio
del producto para poder competir contra las otras empresas, o la suya se va al
carajo, perdiendo el su negocio y sus empleados perdiendo su trabajo. Salvo que
encuentre una alternativa, deberá bajar costes o beneficios. Digamos que el
beneficio de la empresa es el justo para que el mantenga su nivel de vida, así
que o él, o los demás. Seguramente reducirá costes.
-El gerente: Deberá entonces tomar decisiones como bajar la calidad del
producto, reducir salarios, despedir empleados… o el propietario se buscará
otro gerente que lo haga.
-El empleado: Tendrá que aceptar su bajada de sueldo/despido de compañero/saber
que vende cucho si no quiere que el gerente se busque a otro que lo haga
gustoso.
-El cliente: Si llega a enterarse de todo el fregao –poco probable-, deberá
decidir si legitima todo eso consumiendo el producto o si por el contrario se
va a la competencia, que seguramente sean similares. También puede suceder que sea una persona de
las que se molestan en investigar estas cosas y encuentre “marcas éticas” que
consumir, si las hubiere. La presión que se ejerce sobre él, metiéndole en esta cadena es la siguiente: Si decide consumir éticamente -por así llamarlo- se verá obligado a estar constantemente informándose, analizando, reflexionando, y en otras palabras complicándose la vida. Si decide cerrar los ojos, un problema menos del que preocuparse.
Unos por otros y la casa por barrer. Visto de esta manera ninguno parece tener más
culpa que los demás. La pelota está en juego y los diferentes actores se la van
pasando mientras el público contempla el partido con cara de “ye lo que hay”. Entiendo que también hay grados, pero como
esto solo es una reflexión muy por encima no voy a entrar en ello.
Si intentásemos extrapolar el ejemplo a
un escenario político, veríamos que es exactamente lo mismo: El político de
turno, (incluso uno con verdaderos deseos de ayudar), si quiere tener algún
poder de transformación, necesitará llegar a una cierta posición en su partido/ayuntamiento/gobierno/lo
que sea. Para ello deberá pasar por una red de enchufismo, favores y apoyos de
la que seguirá dependiendo mientras dure el ejercicio de su cargo. Volvemos al
mismo dilema: Coger la mano del corrupto que te ofrece su apoyo a cambio de
algo, o ver desde la barrera como otro lo hace. Al final la mayoría de los políticos acaban
pasando por el aro una y otra vez, hasta que cuando se dan cuenta están tan
cogidos de los huevos que lo único que pueden hacer, aún en el ejercicio del
poder, es seguir reproduciendo el sistema o les pasará como al ex-presidente
griego, que se le ocurrió someter el pago de la deuda de su país a referéndum y
a los pocos días colocaron a otro en su lugar. Al menos no se lo cargaron como
solían hacer en Latinoamérica. Pero
volviendo a lo nuestro, ¿quién tiene la culpa de toda esta comedia? Si hasta el
que decide no votar, se compra los calzoncillos de la compañía en la tiene
acciones uno de los grandes empresarios que aprietan las tuercas al político.
¿Ves como va botando la pelota? ¿Como nos la vamos pasando uno a otro pero
ninguno se la queda? Pues eso, responsabilidad flotante.
Hay otro concepto de mucho peso aquí. No se me ocurre un nombre para él, pero
vendría a hacer mención a todas aquellas situaciones en las que la
responsabilidad flotante nos remueve menos la conciencia porque no vamos a
presenciar el resultado de nuestras acciones, ya que:
1- La red relacional es muy compleja y difuminará tu responsabilidad en el daño
provocado.
2-Porque ese daño caerá donde tú no lo veas. “Ojos que no ven…”
3-Las dos cosas.
Para el primer caso es bueno el ejemplo de los calzoncillos que puse antes. Parece
que no haces nada malo, pero estás enriqueciendo al empresario voraz de turno
que financia la campaña del siguiente político corrupto y con ella sus
barbaridades. Sé que es retorcido, pero
les estás dando tu dinero, solo que MUY indirectamente.
Para el segundo (y tercer) caso…. Muy sencillo. Vas a llenar el depósito a la
gasolinera y unos militares te piden que para llenarlo les des a ellos el
dinero, que lo necesitan para financiar el armamento con el que están
bombardeando el país de donde roban ese petróleo, y añaden que el siguiente
“daño colateral” de su guerra será ese señor que está ahí sentado (te lo
señalan). Vuelves a casa andando. Sin
embargo, en la vida real, aún leyendo en el periódico sobre todos los desastres
humanos que provocan las guerras del petróleo, ves todo eso tan lejano que
acabas comprando ese petróleo, y financiando esa guerra que se llevará por
delante a muchos seres humanos inocentes, como el señor que te señalaron. Tú lo
sabes, pero no estarás ahí para padecerlo. Que alivio.
Felicidades, has vuelto pasar por el aro. No te preocupes, no eres el único que
cierra los ojos para poder vivir y dormir tranquilo. “I have become confortably
numb”, que decían Pink Floyd.
¿Un mínimo común múltiplo a este cachondeo? Sencillo, nuestro sistema se basa
en la competencia. Si no ganas al otro, éste te ganará a ti. Si pierdes estás
jodido. Mientras la sociedad de consumo aguante y sigamos compitiendo entre
nosotros, esto no tiene arreglo. Puedes hacer miles de análisis y citar a tropecientos autores, pero te pongas como te pongas, seguirás encontrando esta raíz al final de este tipo de problemas. Otro día me extiendo un poco más sobre esto.
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