viernes, 16 de agosto de 2013

Deconstruyendo, que es gerundio.



De seres humanos, números, y caricaturas.

Recientemente he estado matando a tiros a cantidad de hombres y mujeres que pretendían matarme a mí. Cosas de videojuegos. Lo cierto es que a uno no le da la más mínima lástima acabar con todos esos personajes ficticios que aparecen de repente y abren fuego contra ti.

En el desarrollo del videojuego acabé matando también a uno de mis compañeros, igual de ficticio que los demás, pero con el que compartí aventuras virtuales y charlamos, nos ayudamos mutuamente a matar a otros o nos contamos chistes. Conocía sus datos, su historia... Dispararle a ese otro personaje me hizo funcionar la cabeza. Obviamente no es que me dé pena, es igual de virtual que el resto, pero siempre hay una diferencia entre como vemos a quien conocemos y a quién no. Y a ese “le conocía”.

¿Sabes cuál es la diferencia entre que una bomba mate a 1 palestino a que mate a 1 soldado israelí?  La misma. El palestino era un palestino. Y punto. El israelí era Amos Golan, de 27 años, con 3 hermanos, una hija de 6 meses, una novia que como podemos ver en la pantalla, está destrozada, igual que el resto de la familia, máxime cuando al chico solo le quedaban 3 meses para ser trasladado a un puesto de oficina. Pero del palestino no hay mucho que decir.
¿Qué hace este murloc cuando no aparece ningún
jugador para matarle? ¿Juega a las cartas?
¿Come pinchos de tortilla? ¿estará casado?


Por arte de magia, el ciudadano palestino Hakim Misleh ha sido reducido a la nada, a una nacionalidad, a un número.

La perversión de la desconstrucción del sujeto, de su identidad, podría ser aún mayor y los
medios de comunicación podrían haber dicho que el muerto palestino era “un miliciano de Hamás”, suponiendo que lo fuese. De este modo, a ojos del telespectador español, acostumbrado a que le hagan asociar palabras como “miliciano” “Hamás”  con otras como “terrorismo”, no solo no lamentaría demasiado la pérdida de Hakim, sino que posiblemente pasase a pensar que él era el malo de la película. Y si no te lo crees, mira lo mal que lo está pasando la viuda de Amos. La de Hakim no importa, debe de ser que no le sienta bien la televisión, mejor no grabarla.


Hakim se convirtió así en un personaje de mi videojuego. Perdón. Un no-personaje. Alguien que nació en ese momento, apareció de repente, de la nada, con la única intención de matar a jóvenes como Amos, de hacer daño. La dimensión de su persona, única e irrepetible, como cada uno de nosotros, quedó reducida a eso.


Pero esto no es una historia de israelíes y palestinos, esto es un mal genérico que se reproduce constantemente en nuestras vidas, distorsionando nuestro concepto del mundo hasta una convertirlo en una caricatura.


¿Etnocentrismo o desconocimiento?

“Al ciudadano de Oceanía no se le permite saber nada de las otras dos ideologías, pero se le enseña a condenarlas como bárbaros insultos contra la moralidad y el sentido común.  La verdad es que apenas pueden distinguirse las tres ideologías, y los sistemas sociales que ellos aportan son los mismos (…) “El ciudadano medio de Oceanía nunca ve a un ciudadano de Eurasia ni de Asia Oriental –aparte de los prisioneros- y se le prohíbe que aprenda lenguas extranjeras. Si se le permitiera entrar en relación con extranjeros, descubriría que son criaturas iguales a él en lo esencial y que casi todo lo que se le ha dicho sobre ellos es una sarta de mentiras. Se rompería así el mundo cerrado en que vive y quizás desaparecieran el miedo, el odio y la rigidez fanática en que basa su moral.”

 
George Orwell (1984)

Orwell estaba en lo cierto. Pero tal vez no se esperaba que en la era de la comunicación, donde todos estamos en contacto por medio de la tecnología y hablamos idiomas comunes esto iba a seguir así. No ha sido necesario el aislamiento forzoso;  El Ministerio de la Verdad, también llamado los Mass-Mierda hace muy bien su trabajo. La ayuda de cantidad de frikis independientes es inestimable.  Obviamente el grado de control social no es comparable al de su novela, pero para nada es despreciable.

Todos analizamos las demás culturas desde el prisma de nuestra propia cultura, que nos sirve como referencia de “lo correcto”. Obviamente este fenómeno –etnocentrismo- no es en absoluto objetivo y se hace necesario ser consciente de él. No hablo de negar tu propia cultura o relativizar hasta el ridículo para “aprobar” aspectos de otras, pero si es necesario mirar críticamente tu moral, del mismo que es necesario analizar la del otro e intentar comprenderla, lo que no significa asumirla. Obviamente, cuando entramos en los dominios de la fe en el dogma, estamos jodidos. El dogma ha sido es y será el enemigo natural de la razón, pero eso es otra historia.
El mundo según (algunos) americanos. Valdría también para nosotros.


Sin embargo, el tema del post va más allá de las diferencias reales entre culturas. Hablo del “dentro y fuera”. De la diferente visión de lo que conocemos –lo nuestro- y lo que no conocemos, que sustituimos por un estereotipo. Así pues, la  principal incompatibilidad entre culturas es el desconocimiento de estas. Pueden hablar diferentes idiomas o rezar a distintos dioses, pero lo cierto es que una trabajadora europea, una árabe y una china tienen más en común entre ellas de lo que cada una tiene con su respectivo presidente.

Es curioso como la izquierda europea o latinoamericana tiene ese punto de antiamericanismo –no faltan motivos-  y todos tenemos la imagen de sus corporaciones moviendo hilos, financiando golpes de estado y su ejército invadiendo países pobres. Pero el ciudadano medio americano, amén de lo ajeno a todas estas realidades que pueda ser, tiene los mismos problemas que tenemos tú y yo, y si te lo encuentras en un “terreno común” como puede ser este muro de facebook posiblemente te sientas terriblemente identificado con él. Del mismo modo que él se podría entender con un venezolano chavista. Pero por desgracia, la gran mayoría desconoce la realidad sociopolítica latinoamericana, y las distintas implicaciones imperialistas en ésta, no solo por parte de EEUU. Del mismo modo desconocen que posiblemente se han reído con las mismas series, han leído las mismas novelas, les gusta la misma comida, o quieren y respetan a su pareja, familia y amigos como el otro lo hace.

En definitiva, la realidad de un estado y sus empresas sometiendo a otro, ha llevado a odiarse entre ellos a ciudadanos que comparten ideales y preocupaciones. Una vez más, deconstruímos al sujeto y lo reducimos a la caricatura: Un yankee  déspota que quiere expoliar nuestro país, un venezolano terrorista adorador de un “dictador” que amenaza la paz y libertad de los EEUU.

He usado ese ejemplo, pero podría haber dicho un abertzale y una limpiadora madrileña. Y así con todo.

O nos vamos a lo audiovisual: Si te hablo de un narcotraficante que se carga al que se le pone por en medio, sea “güeno” o “malo”, supongo que te da bastante repulsa. El malo de la película. Pero si resulta que es el protagonista y conoces su historia, posiblemente tu opinión sea más comprensiva ¿no?   Ok, échale un vistazo a Breaking Bad.

Tiene razón Rosendo. Siempre hay una historia.


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