sábado, 16 de marzo de 2013

Fangos Tóxicos en Rafalet: Menorca y la cultura de la desconexión.




Hace escasos días conocía la noticia: La Autoridad Portuaria se dispone a llevar a cabo el dragado de fangos del puerto de Maó (Menorca) que a posteriori serán depositados en frente de la costa de Rafalet, un lugar especial para mí y para mi familia menorquina. Estos fangos contienen altas concentraciones de metales pesados tales como mercurio y plomo. Al parecer se toma esta decisión para ahorrar costes.

No hace falta tener una licenciatura en química o biología para darse cuenta de que esto supone una gran amenaza para un ecosistema bien conservado (
ver video), que alberga además especies protegidas.
Quise hacer de esta reflexión una carta abierta con datos objetivos sobre economía, salud, biología…. Pero me rendí a medio camino, no soy la persona adecuada para hablar de esos temas con rigor.


A cambio dejo una reflexión muy general y personal sobre como nuestra cultura de la desconexión permite que sucedan semejantes barbaridades, que tal vez pueda ayudar a alguien a despertar y actuar.

Cala Rafalet
Una de las mayores miserias del mundo contemporáneo es que nos hayamos desconectado completamente de la naturaleza de la que dependemos, repito DEPENDEMOS. “Gracias” a nuestra educación nos especializamos en actividades profesionales cada vez más concretas y desempeñamos nuestra labor en la sociedad de consumo, ocupando nuestro lugar en el mercado. Como pago por nuestra actividad, podemos acceder a los bienes necesarios –o no- para nuestra subsistencia.  El resultado es que electricista no tiene ni idea de donde o como han fabricado sus pantalones, de donde viene la fruta que come y lo que cuesta producir su teléfono móbil.  Él solo sabe “de lo suyo”, del resto se encargan otros. A diferencia del hombre cazador-recolector que estaba pendiente de lo que sucedía a su alrededor, el  hombre contemporáneo “va a lo suyo” e ignora el resto.

Se produce una disociación de la realidad, entendemos las cosas tal y como las encontramos. Por ejemplo: un pollo deja de existir como tal cuando acostumbrados a verlo como pechugas empaquetadas. No perdemos el tiempo pensando en el difunto animal, en cómo vivió, cómo se le alimentó... cosas que si haríamos si lo hubiésemos criado nosotros. Esquivamos con nuestra desconexión cantidad de dilemas sobre lo que es lícito y lo que no, somos una sociedad totalmente irreflexiva. Siguiendo con el ejemplo,  yo soy omnívoro convencido, pero muchos se plantearían hacerse vegetarianos si se tuviesen que enfrentar a la realidad y matar a los pollos que se van a comer. Living is easy with eyes closed.

Volvemos a Menorca.

Esta desconexión nos conduce también a percibir el mundo como un espacio infinito, fuente inagotable de recursos y riqueza, porque no lo analizamos racionalmente. Todos sabemos que suceden catástrofes ecológicas, pero aquello parece que sea solo una cuestión de romanticismo, de que “algo que antes era bonito ahora no lo es”. Parece algo que no nos afecta directamente, y que importa sólo mientras siga saliendo en las noticias. Además;  todos esos problemas parecen suceder siempre lejos y se sienten distantes. Nada de eso impedirá que mañana yo vaya a mi trabajo, gane mi dinero y siga con mi vida. Falso. El mundo es finito, sus recursos limitados y su salud actual crítica. Los problemas derivados de la explotación sin control de recursos se van transformando en guerras por el control de estos recursos, escasez, miseria...  Los problemas derivados de la contaminación del medio se convierten en enfermedades, destrucción de hábitats y extinción de especies que a su vez rompen la cadena alimenticia, con consecuencias imprevisibles.

Ilustrando el ejemplo, mi discurso sonará como algo distante y abstracto, algo de lo que no preocuparse  porque “ya se arreglará de alguna manera”. El hombre contemporáneo solo reacciona cuando tocan sus intereses directamente y además se hace YA, gran mérito de la mentalidad egoísta individualista.

El vertido de estos fangos tóxicos y demás agresiones a la costa menorquina, tendrá consecuencias muy dañinas en la pesca, el turismo y la salud de los menorquines. Pero como parece ser algo “lejano y abstracto”, los menorquines hacen gala de su habitual pasividad y van a dejar que suceda.

En esencia es un problema con un origen similar a la actual crisis económica. Rompemos las reglas del sentido y beneficio común , creyendo que la mierda nunca nos va a rebotar. Siempre ha sido así:

Las cosas parecían ir bien mientras la burbuja del ladrillo se inflaba y se jugaba a especular con el precio de la vivienda: “Compro a X, vendo a X+Y, ¡qué listo soy!”. A nadie parecía importarle que su mentalidad cortoplacista nos trajese la ruina a los demás, con la vivienda a precios impagables y la posterior crisis coyuntural –o sistémica, depende de cómo lo quieras ver-. Ahora nos venden la buena gestión y el “no gastar más de lo que se tiene”.

Pero eso en la economía real, la de la gestión de los recursos naturales, no se aplica. Seguimos esquilmando, destruyendo y contaminando como si no hubiese mañana, viviendo por encima de las posibilidades del planeta, usando más de lo que genera y desechando más de lo que tolera y puede absorber. La diferencia con la burbuja financiera es que esto no es una construcción social como el dinero, esto es real. La hostia va a ser tremenda.

PD: Si toda tu vida dependiese de la producción de una pequeña parcela, con su huerto, su rio, sus gallinas… ¿a que ante amenazas de destruirla o contaminarla la defenderías hasta la muerte, por pura necesidad?. Para bien o para mal nuestro mundo no está dividido en parcelas, sino que es una gran parcela común, y dificulta el entendimiento de este ejemplo. Pero la realidad es la misma.

Hay que pelear por ello, y hoy toca hacerlo en Menorca.

Dejo algún link de interés para quien quiera saber más:

Oceana denuncia el proyecto ante la UNESCO

Firma la petición!

Alegaciones de Oceana

Facebook: Queremos comer pescado y no mercurio.

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